El cantante Justin Bieber es el típico caso de los chicos que pasaron de no tener nada a estar llenos de atención, acceso a todo y dinero gracias a la fama que ha conseguido por su corta trayectoria musical.
A su paso ha roto de todo, nariz de fotógrafos, equipos, autos, relación con vecinos y novias. También ha dado de qué hablar con el recurrente encuentro con la autoridad por llevar sustancias ilegales en los autobuses en los que se traslada para sus giras.
Ahora los excesos y escándalos han llegado a Asia.
El pasado 30 de septiembre acudió con su equipo de colaboradores a visitar la Muralla China. El ascenso a la muralla se le hizo mucho para sus delicados pies y solicitó a sus guardaespaldas que lo cargaran en hombros –como torero- y lo subieran hasta lo alto de una de las maravillas del mundo.
La visita no fue -como se pensaba- para hacer turismo cultural sino que utilizó el monumento para bailar y cantar así como filmar en ese lugar el video de su sencillo “All That Matters”. Ya eso ha hecho que se levante una ceja de desapruebo por no respetar la historia del monumento y ser un excéntrico que ni siquiera se dignó a subir por su propio pie, además de utilizarlo para fines mercadológicos.
Pero ese no es el único tema de escándalo que enfrenta por ese lugar del mundo. Se dio a conocer en diversos medios de Estados Unidos, que en su paso por Corea del Sur golpeó, junto con su equipo de seguridad, de manera muy violenta a un DJ de la discoteca Alex Madden por no permitirle poner su música pues consideraban estaba fuera de lugar.
A Justin se le hizo gracioso interponer una denuncia que ahora se le ha volteado en su contra pues las autoridades investigan la golpiza y se buscará que pague por los daños ocasionados.
Lo peor es que ni con este tipo de consecuencias jurídicas, Justin hace caso, así que seguirá dando de qué hablar y no necesariamente por su talento.