Dicen que en México el futbol es una religión. Puede que sea eso para cierto tipo de gente.
Yo diría que hoy por hoy es una especie de metáfora. Una que evidencia lo inocultable: México compite con Centroamérica y el Caribe. Y es justo esa región del continente la que está dejando a nuestro país fuera del ‘concierto mundialista’.
Lo que ocurre con la selección mexicana de futbol es la realidad de México. El vergonzoso papel del llamado TRI por las canchas de Costa Rica, Honduras, El Salvador, Jamaica… es el mismo que muestra el país en términos de competitividad como polo atrayente de inversiones extranjeras y dinamismo económico.
En la selección de futbol directores técnicos van directores técnicos llegan. Todos desilusionando a la afición, una muy poco exigente e igual de mediocre, por cierto. Al país llegó una nueva generación de líderes gobernantes que han decepcionado a clases medias y a empresarios con propuestas francamente retrogradas e insultantes, como la Reforma Fiscal.
Si la selección no va al Mundial, que se lo tendría merecido, las televisoras, patrocinadores y Federación Mexicana de Futbol perderían millones de dólares. Con Legisladores agachones y serviles a los intereses de poder de sus respectivos partidos políticos el país está a punto de perder miles de millones de dólares y la gran oportunidad histórica de catalizar la modernización del Estado Mexicano.
¿Quién en su sano juicio va a querer hacer negocio en un país campeón en corrupción? ¿Qué emprendedor va a querer desarrollar ideas innovadoras en una nación donde los impuestos le ahorcan y no se ven devueltos en infraestructura y servicios de calidad?
Qué emprendedor en el mundo querría hacer negocios en países con competitividad e índices de corrupción y pobreza como Botswana, Kenya, Namibia, Congo, Galápagos, Chipre, Bangladesh… Para el caso que nos compete BMW y Mercedes ya dijeron en México tal vez tampoco.
Desde la sombra de la ingenuidad y de la necedad de querer pensar maquiavélicamente cuál será la explicación al desvarío mostrado por el Ejecutivo en su propuesta de Reforma Fiscal: ¿Ineptitud o perversidad? ¿O una mezcla de ambas que pudiese definirse como incapacidad de entender que la tolerancia de México ya empieza a ceder?
México ya no está repleto de ciudadanos cegados por una televisora y por un sistema de educación pública reproductor de la ignorancia y la pobreza. El país tiene un estrato creciente de clase media con capacidad de análisis y muy poco dispuesta a quedarse de brazos cruzados a cambio de una torta, un refresco y una ‘tarjeta de Soriana’.
Esa clase media solo necesita un lidercillo. El poder de organización que confieren 140 caracteres. Y un llamado a la desobediencia ilustrada a través de un movimiento orientado a poner en su lugar a una camarilla de líderes gubernamentales que no se han sensibilizado a los tiempos modernos.
México no es Nicaragua, no es Belice. No es América Central. No es Bolivia, no es Venezuela. No es América del Sur. Esos respetados países lidian con sus propios desafíos sociales y políticos. Los mexicanos –por lo menos la mayoría- no queremos ver a México fuera del concierto mundial. Lo queremos competitivo. Atractivo. Con un clima de negocios que cimiente el crecimiento económico nacional.
No queremos líderes mesiánicos que toman ventaja de la ignorancia y de los sueños de opio de los menos favorecidos, queremos líderes imaginativos, creativos, innovadores. Capaces de propiciar el cambio a través de la inteligencia y si es necesario… despidiendo a los funcionarios públicos que, por definición, son empleados de los ciudadanos.
Y si un policía busca ejercer su oficio para enriquecerse de la corrupción denunciémoslo hasta verlo en la cárcel. Igual a un ministerio público extorsionador. Lo mismo a un viene-viene reincidente. También a un comerciante informal (ilegal pues). Para eso debería servir el Twitter, no para gritar a los cuatro vientos que ‘estamos echando la hueva en un Starbucks’.
México como país no merece tener un destino como el que se ha ganado una selección de futbol repleta de farsantes, voraces, abyectos y mediocres mexicanos disfrazados de directivos y deportistas acostumbrados a enriquecerse de aficionados muy poco exigentes. El futuro de la nación no depende del circo del futbol.
La tolerancia al atropello y arbitrariedad del México actual es, para editorializarle en términos gráficos, como la gobernabilidad de un mono en una frutería.