Aún hay quienes preguntan si es mejor Facebook que Twitter y la respuesta depende de qué se busque hacer en las redes sociales. Unos prefieren más Tumblr porque acerca más con el trabajo de artistas visuales que de no ser por esta red social sería complicado conocerlos. Otros consideran que su uso masivo corresponde al tamaño de la soledad existencial que las sociedades contemporáneas emplean para salir de la burbuja.
En los últimos tiempos hay varios analistas y filósofos que destacan la vasta soledad actual en la vida humana, de allí la urgente necesidad de salir de nosotros mismos a través de diálogos escritos y visuales con medios tan diversos como Instagram, Facebook, Vine, Foursquare, aunque en realidad también éstas sean utilizadas con fines más creativos y por usuarios con proyectos de vanguardia. Esto es lo que de forma irónica lo dijo Umberto Eco alguna vez: soy solipsista como todos. Los social media funcionan como esas máquinas voyeristas que nos sacan del solipsismo para relacionarnos con otros solipsismos.
Aunque somos muy “sociales” el hacinamiento nos provoca distanciarnos de manera paradójica con otras personas. Es muy sencillo notar como nos envolvemos en capas de sonido con los audífonos para no hablar con otros; en el Metro hay suficientes ejemplos. El smartphone es la ventana que los aislados emplean para no perderse de lo que hace la masa. Sobre este punto, destaca la convocatoria que algunos grupos sociales emprenden desde la segunda pantalla (la primera es la televisión) para cambiar fenómenos políticos que les afectan. La revueltas de El Cairo, Turquía o Brasil arrojan luz sobre la peligrosidad que corre el Estado cuando manifestantes conectados por las redes sociales se juntan para echar abajo a sus gobernantes.
Es evidente que no somos tan “sociales”, al contrario, entre más nos descubrimos hacinados más nos retiramos a la Montaña Sagrada de nuestra Soledad. Ese lugar desconocido al que tanto le temen las agencias de espionaje porque nadie sabe qué saldrá de ese espacio. De hecho todos le tienen miedo al Silencio, porque es el Terrorismo más radical en los tiempos de la conversación. No hay nada más radical ahora que no abrir cuentas ni usar teléfono. Algunos intelectuales han manifestado su desconfianza hacia las redes sociales paradigmáticas como Twitter y Facebook porque se han transformado en los aparatos de tortura neoinquisitoriales, de manera paradójica, ya que hacen vomitar todo lo que piensan los individuos de una sociedad, para monitorear sus temores, odios y deseos y exponerlos en la Plaza Pública o el ágora como lo denomina Jack Dorsey, creador de la red social de los 140 caracteres.
Hace unos días se dio a conocer que Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, compró todas las casas aledañas a la suya para disfrutar de un espacio de privacidad, esa que su red social ha contribuido a dinamitar. Y es que ya casi nadie tiene privacidad gracias a las agencias de espionaje mundiales lo cual es ahora una de las cosas más respetadas, incluso para él que seguramente lleva chips-GPS en su cuerpo conectados a un satélite privado para saber dónde se encuentra todo el tiempo como medida de seguridad.
Como parte de las nuevas comunidades neofeudales, The Wall Street Journal dio a conocer que Facebook, la red social más grande del mundo, planea construir en sus oficinas, ubicadas en Menlo Park, California, una ciudad para sus trabajadores que se llamará “Anton Melo”: tendrá 394 unidades, desde la cual se podrá ir caminando a las oficinas y medirá 8 mil 500 metros cuadrados. Aldea futurista. Allí están las maquetas arquitectónicas proyectadas en 3D con diseños de vanguardia, pero que remiten a las antiguas ciudades de la Edad Media, pero dotados con redes wi-fi, Bluetooth vigilancia de circuito cerrado operados por militares.
Pero regresemos a la soledad contemporánea: es tan inmensa que ni el manto de las redes sociales más grandes del planeta logran disminuirla. Aunque no modifica ya nada porque ese es el estándar de la conducta contemporánea.