En días recientes, he estado involucrado en diferentes conversaciones relacionadas a la cultura de una “Start Up”, nombre mediante el cual se conoce a empresas creadas por emprendedores que tienen como punta de lanza de sus valores la innovación. Si bien el tema no es exclusivo de empresas relacionadas a la tecnología, sí son las de esta industria los más claros ejemplos del entrepreneurship de avanzada o “Start Ups”: Facebook, Google, Amazon, hoy grandes compañías con miles de empleados, empezaron como tales y mantienen en buena medida, la filosofía característica de este tipo de negocios.

 

Todas mis charlas han girado alrededor de imprimir la cultura de una “Start Up” como variable de éxito en los negocios. Rapidez en la ejecución, hacer el análisis necesario para tomar decisiones sin caer en la llamada “análisis-parálisis” en la que se sobre analizan los datos y no se acciona, -contrario a la intuición y riesgo-, reducción de burocracias, libertades de espacio, lugar e incluso horario de trabajo, así como basar las recompensas a los empleados en las metas organizacionales por encima de las individuales que en algunos casos podría llevar a la formación de silos o áreas que trabajan desconectadas, son algunos de los principios más evidentes de una aventura “Start Up”.

 

Steve Blank, presidente de “The Lean Start Up” un movimiento que pretende revolucionar los negocios a través de evangelizar los principios de la cultura de estas compañías, las define como organizaciones que buscan de manera repetida modelos de negocio escalables. Es decir, para el gurú, toda “Start Up” inicia con una pequeña idea, prueba su éxito en una comunidad controlada, y en la medida en que éste se dé, busca replicar la idea a mayor escala.

 

Hay muchos otros conceptos de la cultura de las “Start up” que me parecen fascinantes. Uno de ellos, abrazar el significado de la palabra “fracaso”. Es muy duro, sí. En México contamos casos al por mayor de pequeñas compañías que prácticamente no tienen margen de error y de su éxito depende su supervivencia. Desde esa perspectiva es difícil aceptar el fracaso, pero también lo es que culturalmente no abrazamos el fracaso porque vivirlo conlleva una serie de estigmas que impactan nuestra posición en la sociedad.

 

Alguna vez hablé con un colega de Israel, quien por cierto ahora trabaja para Facebook en ese país, y me contó que para ellos, emprender un negocio y fracasar, da brillo a un currículum. Un documento para presentar el historial laboral que incluye la apertura y cierre de varias compañías incluso en periodos cortos de tiempo, es muy bien visto por reclutadores de Recursos Humanos. A diferencia de México, el valor que en el país de Medio Oriente dan al fracaso es distinto. Los emprendedores israelíes resultan fortalecidos por la imagen de valentía, aprendizaje, iniciativa, y personalidad que da el intentar-fracasar, y por ende, los convierte en profesionales sólidos sin miedo a innovar.

 

Blank dice que ser una Start Up es vivir como una compañía que reduce la pérdida de tiempo inútil y lo canaliza a pensar realmente en grande. Es ahí donde surge otro de los valores que antepone la cultura Start Up sobre el de los grandes corporativos que (aparentemente) gobiernan el mundo: el valor de una idea. Si es útil, innovador, sorprendente, y cubre en algún punto de su cadena productiva una necesidad del ser humano, la idea será exitosa y por ende, generará el negocio que se espera. La diferencia con esos grandes corporativos es que muchos anteponen los objetivos de venta al valor de una idea. Normalmente los objetivos de venta son de corto plazo y en muchos casos, inhiben la innovación. Basta preguntarle a Michael Dell, presidente del consejo de Dell, quien decidió recientemente sacar a su empresa de bolsa para eliminar las presiones de los inversionistas, regresar la innovación a su compañía, y por qué no, imprimir en su cultura muchos de los valores de una “Start Up”.

 

Me declaro fascinado por la cultura de las “Start Up”.  Ojalá esta mentalidad fuera permeando cada vez hacia más tomadores de decisiones en compañías grandes, chicas, nuevas o con mucha tradición. Agilidad, creatividad, libertad, valentía, aprender del fracaso, espíritu de equipo, y sobre todo, innovación como el valor principal, han sido la mezcla que ha llevado el éxito a compañías como Amazon, Google, y muchas otras.