Desde el primer día en el que llegó al América, Miguel Herrera advirtió que se iría de ahí con destino a la Selección Nacional. Ahora sólo es cuestión de protocolo, y seguro así no fue cómo lo planeó, siendo el inédito tercer técnico tricolor en apenas siete semanas.

 

Herrera ha sido todo lo cauto que no acostumbra ser. Habló con una televisora, dijo que “a la selección no se le dice que no”, pero afirmó que él no es el técnico aún, que todavía está pendiente una junta este viernes donde se tomará la decisión, y que mientras tanto está concentrado en el clásico entre sus Águilas y el Cruz Azul el sábado.

 

Sobre Víctor Manuel Vucetich, dijo casi a manera de epitafio, que todos saben que en el futbol los resultados son los que mandan.

 

Las razones de la elección de Herrera surgen desde el propio interior del América. Sus jugadores lo describen como un entrenador que sabe cómo formar un grupo de jugadores, que tiene un liderazgo fuerte y a quien se le da el trato con las estrellas.

 

Sus jefes le reconocen que supo cómo conciliar la necesidad del equipo frente al protagonismo de Christian Benítez y consiguió sacar lo mejor del delantero ecuatoriano. Herrera consiguió que Benítez aceptara la banca, que ayudara en la formación de Raúl Jiménez, e incluso que admitiera sin respingos un regaño público.

 

También le reconocen que ha sido capaz de formar al equipo más competitivo de la liga con un conjunto de jugadores por los que nadie hubiera apostado, desde los grises como Oswaldo Martínez, hasta los problemáticos, como Rubens Sambueza, pasando por el despreciado y otrora villano favorito Miguel Layún.

 

Sobre la cancha, Herrera consiguió resultados rápidos con un equipo que venía de siete derrotas en 11 partidos. Su estreno en el América fue una victoria y aunque luego le costó encarrilar al equipo, llegó hasta semifinales prácticamente con los mismos jugadores.

 

Mientras tuvo a Benítez, su sistema se centró en jugar para el potente delantero. Y cuando dejó de tenerlo, sorprendió con un juego sólido, con variantes y una defensa intrincada. Los goles de Benítez no los extrañó, porque ya tenía listo a Raúl Jiménez.

 

Otro punto a su favor es que contrario a José Manuel de la Torre, Herrera destaca por su excelente manejo de imagen pública. Sabe cómo atraer los reflectores, le gusta ser el centro de atención y disfruta la interacción con los medios.

 

Lo malo es su carácter explosivo y su falta de control cuando se enoja. Eso le costó no ser considerado en la lista final para el Mundial de 1994. En general se ha comportado bien, con excepciones como el exabrupto en contra de Miguel Mejía Barón y sus preferencias. Para mantenerlo con la lengua domada, en el América tiene a Ricardo Peláez, quien también llegará al Tricolor, como director deportivo.

 

Peláez, un tipo al que le gusta hacer de duro frente a los medios y quien sí consiguió un lugar en ese Tricolor de 1994, ya hizo ese trabajo en la era de Ricardo La Volpe al frente de la selección.