El Centro Estatal de Cancerología de Durango cerró suspuertas a las 11 de la mañana. Era el 21 de septiembre de 2012 y Lance Armstrong —el súper humano que había vencido al cáncer y ganado siete veces el Tour de Francia— llegaría para visitar a los niños del hospital. Pero eso sería después porque antes, a las 6 de la mañana, se reuniría con políticos para inaugurar una ruta ciclista. Lance no había perdido el perfil: músculos marcados, delgado, vistiendo un jersey de Nike y sujetando su bicicleta con ambas manos. Para entonces, ya corrían los rumores en torno a que sus éxitos eran producto de una farsa. Sin embargo, él, con la cara en alto, aseguraba: “La gente me cree y eso es suficiente”.

 

Poco después, Armstrong visitó a los niños con cáncer, a los que acarició y abrazó. “¿Tú eres Lance?”, le dijo Ricardo, un pequeño que llevaba más de un día tendido en su cama sin querer hacer nada, pero que tomó fuerzas para conocerlo.

 

Meses más tarde, el ciclista enfrentaría el momento más bochornoso de su vida, frente a la conductora estelar de la tv estadounidense, Oprah Winfrey. Así se desarrolló esta entrevista:

 

OPRAH WINFREY: ¿Tomó alguna vez sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento como ciclista?

 

LANCE ARMSTRONG: Sí.

 

¿Sabrá hoy el pequeño Ricardo que la estrella que conoció esa mañana de septiembre se cayó? Lance fue protagonista de un negocio que al año factura 25,000 millones de dólares (mdd), según lo que estima la Agencia Mundial Antidopaje (wada, por sus siglas en inglés) y de la Interpol. Doparse resulta tan sencillo como ir de compras al supermercado o entrar a Amazon para adquirir un libro.