Dos de estos niños son así, pequeñitos, pero se convierten en gigantes al momento de pescar y alzar el balón. Todos juegan al baloncesto como campeones, y de hecho lo son: han enorgullecido a Oaxaca, su entidad, y sorprendido a México y a otros países, no sólo por franquear obstáculos deportivos, sino también estigmas sociales y gruesas cortinas de discriminación.

 

Representando a nuestro país, estos niños ganaron el 14 de octubre anterior, en Buenos Aires, Argentina, los seis partidos que disputaron en el IV Festival de Mini Basquetbol; mientras que en julio pasado lograron una proeza equivalente en el Torneo YBOA, en Orlando, Florida.

 

Muchos otros triunfos ha venido cosechado una academia deportiva sui géneris: la de Baloncesto Indígena de Oaxaca, creada hace tres años por el entrenador Sergio Zúñiga, hoy solamente integrada por infantes de las comunidades montañosas de dicha entidad –región mixteca, sierras norte, sur y valles centrales–, caracterizadas por ser de las más pobres del país.

 

Melquiades, Celestino, Tobías, Dilan, Abimael, Germán, Anselmo, Jesús y Fernando son algunos de estos pequeños campeones, niños triquis de entre 10 y 12 años de edad, quienes aún sin ver cambiada su realidad social, ya cuentan entre sus anécdotas con una visita a la casa presidencial de Los Pinos, para el homenaje que el presidente Enrique Peña Nieto les ofreció este viernes.

 

El equipo triqui ha ganado notoriedad adicional gracias a su particular preferencia por jugar con los pies descalzos; práctica que en sus comunidades se considera normal; inclusive, en regiones donde el baloncesto se juega sobre pisos de tierra y con aditamentos improvisados.

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En instalaciones del Comité Olímpico Mexicano (COM), en la Ciudad de México, y en víspera de su partida hacia Costa Rica para un nuevo torneo, 24 HORAS asistió a un entrenamiento de este equipo, al lado de su líder, Sergio Zúñiga, así como de Guillermo Martínez Santiago, director de la escuela donde los pequeños cursan quinto y sexto año de primaria; la Vicente Guerrero, situada en la comunidad de Santa María del Tule, Oaxaca.

 

“Esta niñez ha vivido en las sombras por varias generaciones; el triunfo deportivo no implica olvidar raíces ni carencias”:

Sergio Zúñiga,

entrenador del equipo infantil.

 

“Si las escuelas triquis estuvieran en paro, no hablaríamos ahora de ningún campeonato”,

Guillermo Martínez Santiago,

de la escuela primaria de Santa María del Tule, Oaxaca.

 

 

NINGUNA VERGÜENZA SER INDÍGENAS: SERGIO ZÚÑIGA

 

Entre jardines y el gran circuito de atletismo que posee el COM capitalino, el entrenador Sergio Zúñiga cuenta a 24 HORAS en qué consiste su “sueño inmediato”: construir en la ciudad de Oaxaca, donde reside, un Centro de Alto Rendimiento para Niños de Comunidades Indígenas.

 

Para lograrlo, apunta, requiere constituir un fideicomiso que lo sustente, pero también: “lograr que las autoridades entiendan que no se trata de apartar a los niños indígenas de otros infantes, sino de detectar talentos locales, trabajarlos adecuadamente y así lograr que todo México vea que ser indígena es un orgullo.”

 

“Esta niñez ha vivido en las sombras durante varias generaciones; la mujer, por ejemplo, se casa a los 12 años y el hombre se va a Estados Unidos; costumbres que debemos erradicar. Nosotros buscamos cambiar esto, rescatar a estas niñas y niños; que vean que estudiar y hacer deporte es una mejor salida para sus carencias”, añade.

 

Originario del Distrito Federal, Zúñiga escribió hace una década el proyecto denominado: Cambio de Actitud en Comunidades Rurales, pero no fue sino hasta hace tres años cuando su plan fue aceptado por una comunidad indígena; en este caso, la triqui oaxaqueña. Así, se mudó hacia allá; primero a las montañas, luego a su capital.

 

“Desde que tomé la decisión de ser entrenador deportivo, me preparé para este programa: quería guiar a un grupo de niños indígenas, porque ellos tienen la práctica del baloncesto muy arraigada, pensando en que así podían cambiarles su futuro. Nuestro lema no es nada complicado: no hay qué hacer cosas extraordinarias, sino cosas ordinarias… bien hechas”, puntualiza.

 

Sin cobrar salario a los triquis o a empresas o gobiernos, Zúñiga imparte charlas independientes a instancias públicas y privadas, y de ello obtiene recursos no sólo para subsistir, sino para compartir 50% de estos con los niños y sus comunidades.

Orgulloso del éxito de su equipo, Zúñiga destaca que no permitirá que esto mismo pueda afectarlos en su carrera:

 

“Ganamos, sí, pero nosotros no hemos festejado nada; a estos niños no se les sube el triunfo a la cabeza; saben bien de dónde vienen, conocen sus carencias y necesidades; son indígenas, con una cultura que no olvidarán; siguen trabajando duro, porque allá en la montaña siguen sus hermanitos, sus familias, raíces, los mismos problemas.”

RECUPERAR EL RESPETO AL MAESTRO: GUILLERMO MARTÍNEZ SANTIAGO

 

Para ingresar al equipo de campeones triquis no solamente se requiere jugar bien baloncesto –ya sea descalzo o provisto de tenis–, sino observar dos requisitos: practicar diariamente su lengua materna, el triqui, así como mantener un mínimo de 8.5 en las calificaciones escolares.

 

Así lo asegura a 24 HORAS el profesor Guillermo Martínez Santiago, director de la escuela primaria pública “Vicente Guerrero”, situada en Santa María del Tule, Oaxaca; donde desde hace un año se concentra el equipo de jugadores, junto a alumnos regulares de quinto y sexto grado de primaria.

 

“El programa del profesor Zúñiga tiene un objetivo muy concreto de sacar adelante a estos niños y a sus comunidades, de  cambiar su forma de vida, pero esto no se podría lograr si los maestros no los apoyamos desde la escuela”, dice Martínez Santiago, quien lleva ocho años a cargo de ese plantel, situado a unos pasos del turístico Árbol del Tule.

 

“Los padres de estos chicos se dedican al cultivo del maíz y del frijol; son personas nobles y respetuosas, pero igual exigen buena educación para sus hijos. Nosotros, como maestros, nos obligamos a cumplir, porque es nuestro trabajo, el cual hago con mucho gusto, porque es nuestra profesión, el famoso apostolado, que ejercemos con todo y sus carencias, con todo y que en el magisterio significa vivir una lucha social permanente.”

 

Con 25 años de ejercicio profesional, Martínez Santiago pertenece a la CNTE; entidad sindical con la que si bien asegura ha coincidido durante muchos años; hoy discrepa, particularmente en lo que se refiere al paro de labores que hoy se vive en escuelas de Oaxaca y de otras regiones del país.

 

“Si la Vicente Guerreo estuviera en paro, seguramente ahorita no estaríamos hablando de ningún campeonato”, comenta el maestro, tras comentar que fueron los propios padres de familia de las comunidades triquis quienes votaron, en asamblea, contra el paro magisterial.”

 

“Yo pienso que a los maestros sí nos afecta mucho la reforma Educativa –para mi es una reforma Laboral–; pero antes que nada, están los alumnos y familias de nuestras comunidades”, puntualiza Martínez Santiago, a quien dice preocupar, particularmente, la pérdida de credibilidad del maestro en la sociedad:

 

“Con autocrítica, pienso que nos hemos estancado en nuestras formas de lucha, y por ello los padres de familia ya no nos creen como antes. Nos ha faltado mucha comunicación, porque estos padres no ven con claridad que a los maestros nos importe la educación de sus hijos. Entre esta falta de acercamiento y la desinformación que ejercen los medios de comunicación, creo que no estamos transmitiendo ningún mensaje positivo.”

 

Y es así, apunta, que los docentes se encuentran hoy ante una triste realidad: “La gente ya no nos quiere como antes. Se ha perdido el respeto y el cariño hacia el maestro; ya no está ese vínculo de armonía en las comunidades, con académicos que lo mismo servían como abogado, doctor o consejero de los pueblos.

 

“En los años 90, los maestros teníamos las mismas luchas y carencias de ahora; pero ibas a los pueblos y te daban comida gratis, los utensilios, el gas, la despensa; lo mismo en las montañas que en las ciudades o en la capital del país (una vez pedimos apoyo en el mercado de La Merced y los locatarios nos dieron todo su cariño). Hoy no te atreves a pedirles apoyo, ni aquí ni allá.”

 

 

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