Este centro comercial popular, con más de 35 años de haber sido inaugurado es el más grande del estado. Alberga a cerca de 15 mil comerciantes establecidos más otro número indeterminado de semifijos y ambulantes y acoge, sobre todo en días de tianguis, a otros miles de compradores.
Habitantes de la capital del estado y de comunidades de la región de los Valles Centrales se disputan cada centímetro del mercado para divisar los precios más bajos de la naranja; flor Cempazúchilt –que en náhuatl significa “20 Flores” y es más conocida como “Flor de Muerto”- ; nuez; cacahuate; chocolate de tablilla, bola, almendrado, amargo; pan de yema, mantequilla o resobado con su “carita” y mole rojo o negro.
Además, jícama; níspero; mandarina; caña; plátano; manzana y un universo de productos que deben colocarse, sin falta, en el altar en honor a los seres que partieron de la vida terrenal en distintas circunstancias y momentos.
Por doquier se observa el incesante y loco caminar y chocar de los compradores y los gritos de los vendedores dando sus mejores ofertas: ¡pruebe el pan de yema está rico!, ¡ marchanta compre mole de Zaachila, el más sabroso! es algo de lo que se escucha en este mercado que en estas horas asemeja una Torre de Babel: todos gritan, nadie entiende y todos compran y venden.
El desenfrenado pasar de los “diableros”, con cargas hasta el tope obligan a los compradores a orillarse y esquivarlos ya que en estas fechas es cuando aprovechan para hacerse de “centavos para pasarla con la familia”, señala en sus prisas don Carmelo, uno de los más viejos en este oficio.
En todos lados del mercado hay colgados trajes para las comparsas y “muerteadas”; calabazas de plástico color naranja; máscaras para el “Hallowen” a tres por cien pesos; vestidos de brujas, de calaveras y hay para cualquier edad.
Aquí no pueden faltar las velas y veladoras de diversos tipos, algunas simples o con aromas para atraer la buena suerte, al amor perdido o para alejar a quien ya no se quiere y aparte de las imágenes religiosas, también está la “Santa Muerte”, adorada por muchos, temida por otros.
En el mercado “Benito Juárez”, construido a escasas dos cuadras del Palacio de Gobierno, el ajetreo por las compras es menos que en el anterior porque en él, aunque también hay productos relacionados con los “Fieles Difuntos”, es más para saborear nieves y aguas frescas de varios sabores; quesillo; queso; chapulines; tejate; tasajo; chorizo; cecina; tlayudas; tortillas “blanditas” y comprar adornos florales y artesanías.
Afuera, en las calles que lo rodean como “Flores Magón”, “Las Casas”, “Aldama” y “20 de Noviembre” hay cientos de vendedores ambulantes, fijos y semifijos que ofrecen casi lo mismo que en el interior. Turistas nacionales e internacionales toman fotografías de cualquier detalle que les parece interesante.
Más relajado se vive en el mercado “20 de Noviembre” –frente al otro- donde decenas de comedores tienen variados menús para satisfacer el apetito más exigente: enchiladas y entomatadas con tasajo, cecina, chorizo además de pan elaborado artesanalmente; chocolate de agua o de leche; café; caldo de menudo para “crudos”; tortillas de mano y donde destaca el pequeño mercado de carnes asadas, con su respectiva canasta de aguacate, cebollas y chiles de agua asados.
Hoy, en los principales mercados de la ciudad de Oaxaca se viven con plenitud las festividades de los “Fieles Difuntos”. Hoy, los vivos se divierten y se alimentan y en las próximas horas venerarán a sus muertos.