Como cada año, decenas de familias arriban al panteón Mictlancíhuatl y San Sebastián en Santa Cruz Xoxocotlán, donde la tradición de convivencia entre vivos y muertos se resiste a morir.
Alrededor de las 20:00 horas las personas se dan cita en los camposantos del municipio localizado a escasos 5 minutos de la capital oaxaqueña.
En parejas, en familias, con música y alegría, inician el proceso de limpiar los sepulcros, arreglarlos, colocarles flores, veladoras, dejarlos impecables porque las almas de los muertos regresarán.
Se coloca también una ofrenda, la comida favorita de quienes ya no están más en este mundo; dulce de calabaza, tamales, mole, pan, una cerveza o mezcal para quienes tenían gusto por estas bebidas, unos cigarros. En los sepulcros de los niños que perdieron la vida dulces, pastel y hasta juguetes.
No puede faltar la música, ya sea a través de una grabadora o un trío o mariachi, para entonar las melodías que gustaban al abuelo, la esposa o los hijos que ya no están, pero que siguen haciendo vibrar los corazones.
Cartas marcadas, esposa mía, nuestro juramento, Amor eterno, Naila, resuenan en la noche oscura, iluminada por las veladoras colocadas en las tumbas, cuyos sonidos se pierden con el murmullo de otros grupos de personas que también recuerdan a sus seres queridos.
La velada es un acto de convivencia, en donde los vivos disfrutan de todo lo que se lleva al panteón, y que entregan en honor a los muertos, a quienes reviven con anécdotas de su vida, de su trabajo, del legado que dejaron en la familia y que hace que se mantengan vivos en los corazones.
Por un momento, dejan de lado los sepulcros, ya que en la explanada del panteón Mictlancíuatl se presenta el espectáculo “Catrina“, un encuentro multidisciplinario en donde la artista local Alejandra Robles tiene participación con melodías como la Zandunga o la Martiniana, en honor de las almas que ya no están.
El misticismo también se hace presente con los rezos que llevan a cabo en algunas partes del camposanto. Murmullos de oraciones combinado con el olor a incienso y copal le dan a la noche un toque especial, que hace de estas festividades momentos inolvidables.
La velada dura toda la noche, o lo que el cuerpo aguante, en donde los adultos para mantenerse despiertos toman cerveza o mezcal, y en la mañana del primero de noviembre, todos acuden a la vivienda de alguno de los integrantes de la familia a disfrutar del mole, para seguir con la tradición, con el legado de no olvidar a quienes se han adelantado al otro mundo.