Comentaba la semana pasada sobre la transformación que realizó la ciudad de Seúl a uno de sus viaductos elevados para recuperar un arroyo y generar un espacio para el disfrute de la gente. La visita a Cheonggyecheon me dejó profunda y positivamente sorprendido, pero lo más impactante fue que, día tras día, a lo largo de siete, Corea del Sur no dejó de asombrarme.

 

De extremo a extremo, la Zona Metropolitana de Seúl es, como la Ciudad de México, una mancha interminable. El metro llega a todos lados. Miles de buses pasan con excelentes frecuencias por todos los rincones de la ciudad. Grandes avenidas dejan fluir millones de automóviles. La gente cruza las avenidas a través de pasajes y centros comerciales subterráneos.

 

El desarrollo de Corea del Sur está altamente relacionado con un nacionalismo industrial que perdió México al menos desde hace tres décadas…

 

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