El cuerpo humano es el campo de experimentación de los principales laboratorios en donde se desarrolla tecnología en este planeta. Con la tecnología para vestir, portable en el cuerpo, mejor conocida como wearable computing, todas las marcas que adornan los espectaculares, revistas, pantallas electrónicas y cualquier espacio comercializable de este planeta, intentan seguir en el radar de deseos de los humanos.
Google, por ejemplo, con sus armazones cargados de tecnología crearon un nuevo mercado y nuevas necesidades. Tan importante fue su llegada que firmas como Samsung y Microsoft filtraron sus patentes de lentes inteligentes para que el mundo sepa que, aunque todavía no está lista su tecnología, están trabajando en ello y no están detrás de la firma de Mountain View, California, que se estableció como la pionera de esta industria.
En la parte de los smartwatches domina Pebble, una empresa creada por unos jóvenes que consiguieron financiamiento en Kickstarter y que ofrecen la opción de un reloj con software que se puede alterar como el usuario desee y para lo que se le ofrezca. Gracias a que funciona como cualquier otro desarrollo de software libre o dentro del movimiento make, con el espíritu de colaboración de usuarios y desarrolladores, está por encima de los intentos de Sony o Samsung dentro de las preferencias de la gente.
Tenemos por el momento lentes y relojes cargados de tecnología, máquinas que nos ofrecen nuestra información e información del entorno en tiempo real. Datos que se guardan para un análisis posterior de nuestra salud, desplazamientos, patrones de comportamiento o desperdicio de tiempo.
Máquinas poderosas que están como un ángel vigilando lo que hacemos y dándonos consejos de lo que deberíamos hacer para ser mejores.
De acuerdo con un estudio del Georgia Tech (Don´t Mind Me Touching My Wrist), hay algunos objetos que no nos gustaría vestir, pues podrían provocarnos vergüenza o lucir raros, fuera de lugar, presumidos.
Los expertos del Georgia Tech realizaron una investigación en Corea del Sur y Estados Unidos, para conocer cuáles serían los siguientes lugares en donde las empresas nos podrían colocar chips, pantallas y conectividad, almacenamiento, software y datos.
Para el estudio, los investigadores pidieron a los participantes observar videos de gente silenciando llamadas telefónicas entrantes usando interfaces textiles (e-textile) en varias partes del cuerpo, incluyendo muñecas, antebrazos, cuello, torso, cintura y los bolsillos frontales del pantalón.
Les solicitaron que describieran sus pensamientos acerca de la interacción con la tecnología con diversas partes del cuerpo, decir si les parecía algo normal, tonto o incómodo.
En general, dice el estudio, en ambos países se encontró que las muñecas y antebrazos son las partes favoritas para colocar e-textiles, porque son vistas como las zonas más normales para utilizar dispositivos electrónicos.
“Eso puede deberse al hecho de que esos lugares son actualmente utilizados para la wearable technology”, dijo Halley Profita, estudiante de diseño industrial que encabezó la investigación. “La gente amarra smartphones o MP3 players a sus brazos mientras hace ejercicio. Los corredores usan relojes con GPS”.
De acuerdo con el estudio, los estadunidenses estaban incómodos con la tecnología en el bolsillo frontal de sus pantalones, mientras que las estadunidenses no se sentían cómodas con dispositivos en sus torsos o cuellos.
Los coreanos reportaron una muy baja aceptación al ver mujeres usando dispositivos en cualquier lugar que no fueran sus brazos.
Los estadunidenses se enfocaron en la operabilidad y accesibilidad, mientras que los coreanos tenían problemas con la percepción, con el qué dirán los demás. No quieren verse raros o llamar la atención.
“Eso no es una sorpresa, pues su cultura enfatiza la modestia, educación y el evitar situaciones embarazosas”, dice Profita.
Por lo pronto, pienso en México. De entrada, hoy es muy normal ver a pasajeros del Metro o del Metrobús jugando con sus smartphones, mandando mensajes o escuchando música con audífonos de 400 dólares.
Aquí somos tan presumidos que una investigación seguramente arrojaría que queremos usar la tecnología en donde se vea más. En donde haga más ruido. En donde llame más la atención. En donde se vea que le costó más. En donde se note que es lo último.
Claro, los más contentos con este despliegue de tecnología para vestir serán los ladrones que merodean las calles en busca de esos sujetos que usan la tecnología con símbolo de estatus, a bordo del servicio de transporte público.