Cuando Karina se presentó a su primer día de trabajo, pensó que se desempeñaría como mesera; en su lugar, recibió unos zapatos altos y una falda corta: “aquí no hay meseras, hay putas” le dijeron.
Desde 2007, ella trabajó para el club nocturno Cadillac, que recientemente fue clausurado y del cual fueron rescatadas decenas de mujeres explotadas sexualmente.
Hacía años que Karina logró escabullirse del lugar con ayuda de un taxista; en cuanto supo que el Cadillac cerraría por descubrirse la trama de abusos en su interior, no dudó en sumarse a las mujeres que presentaron denuncias ante las autoridades.
En entrevista para BBC, Karina, de 30 años narra las atrocidades que vivió y presenció en su tiempo como bailarina del antro.
“Cuando llegué me recibieron dos personas y me dijeron que en un ratico llegaría el dueño o el gerente. Me pidieron que subiera a cambiarme. Subo y cuando entro veo a una chica tirada en el piso, desangrándose. No sabía por qué. Y otra que estaba toda tomada, drogada. Y a muchas chicas desnudas, cambiándose”.
Karina fue llevada al número 189 de la Calzada Melchor Ocampo de la colonia Anzures en 2007, tenía en aquel entonces 24 años y pensaba que trabajaría como mesera.
“Me dice la señora del camerino que me cambiara y me da una faldita así de chiquitica, unos zapatos así, gigantescos. No me gustó y me salí. Quiero bajar y los de seguridad me dicen “¿a dónde vas?””, continúa.
“Me agarran de los brazos, me jalan de los cabellos y me golpean. Insultos. Y me dicen: “aquí no hay meseras: todas son putas”. Que tenía que bailar desnuda y acostarme con cuanto cliente llegara”, dice con la voz entrecortada.
Karina aseguró que tras haber escuchado esas palabras fue sometida por un grupo de hombres; primero la violó el dueño del lugar, luego cuatro guardias y por último siete más, hasta que quedó inconsciente.
Antes del Cadillac, Karina vivió en Cancún trabajando como cocinera; envuelta en necesidades, se enamoró de un sujeto que le dio facilidades para tratar su leucemia con quimioterapia y le ofreció ayuda con su embarazo.
Él la convenció de mudarse al DF, “al principio todo era bonito, cuidados” dice, sin embargo, luego todo cambió, el hombre comenzó a golpearla con frecuencia y posteriormente le exigió que le pagara los favores recibidos, destruyó sus documentos personales y entonces fue llevada al Cadillac.
Karina tuvo una segunda hija, hasta ahora no sabe quién es el padre. Tras lograr escabullirse por un momento del antro, un grupo de sujetos la golpeó y le arrebató a las pequeñas; cuando ella volvió a saber de ambas, la mayor había sido ultrajada en repetidas ocasiones. Tuvo que pagar 200 mil pesos para recuperarlas.
“De todo esto ya ha pasado un año y mi hija no tolera que la toquen. Todas las noches se despierta llorando. Igual que yo. Le cuesta mucho trabajo aprender en la escuela. A veces siento que se va de este mundo. La siento ausente. Ella no puede expresarse. Yo no sé lo que siente… Pero cuando la veo sonreír para mí es un alimento, una tranquilidad verla que está allí, en mi vida”, dice.
Hoy día, Karina vive junto a sus hijas y se ha negado a retirar su demanda contra la red de tratantes que la explotó por años en el Cadillac, como lo ha hecho la mayoría de las chicas rescatadas. Ella cree que el taxista que la ayudó a escapar fue asesinado.
En el operativo de clausura del “teibol”, a finales de mayo, se detuvo a 14 personas, entre el gerente, boleteras, meseros y personal de seguridad.
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