La cortina de acero es la metáfora tangible de lo que pudo haber provocado la tercera guerra mundial: choque entre “democracias liberales” y comunismo. México no estaba ni con unos ni con otros. Se encontraba atrapado en lo que José Luis Cuevas bautizó como la cortina del nopal.

 

La enfermedad de México solo la puede desaparecer el dios Cronos. Miremos unos ejemplos:

 

La cotidianidad es la medicina que nos ayuda a protegernos de las sorpresas negativas. El viernes 22 de noviembre de 1963, los nombres de Jacobo Zabludovsky y Pedro Ferriz se encontraban en la cartelera de Televisa publicada en Excélsior. En canal 4 ambos personajes conducirían el programa “Tejido de la historia”. Cincuenta años después Zabludovsky continúa en antena radial mientras que Pedro Ferriz murió hace algunas semanas trabajando hasta la última semana para el grupo Imagen. Las dos figuras de la comunicación fueron mensajeros del sistema presidencial antidemocrático que siempre publicitó la doctrina Estrada para vacunarse de las “cesiones de soberanía”.

 

Otro ejemplo. Diez años después de la muerte de Kennedy Excélsior publicaba las siguientes palabras de Porfirio Muñoz Ledo, secretario del Trabajo: “Los obreros mexicanos saben que atrás de muchas polémicas se esconde la intención de debilitar la imagen y la acción del Estado” (Excélsior, 12 de noviembre de 1973). Cincuenta años después, don Porfirio continúa en el campo de batalla para confirmarnos que la estructura política es la menos dinámica de la cultura mexicana. ¿El ejemplo de la semana? El PRD nos sorprende con la posible candidatura a la presidencia del partido bajo el nombre de Cuauhtémoc. ¿Nos gusta el cambio?

 

En el preámbulo de la tragedia que significó el magnicidio de Kennedy, la cotidianidad mexicana dibujaba lo que 20 años después reconoceríamos como una especie de déjà vu post revolucionario: trompeta, retorica y confeti, el kit de la simulación política. Por ejemplo, unas horas antes de la muerte de Kennedy, el licenciado Gustavo Díaz Ordaz anunciaba el itinerario del banderazo de salida de su gira presidencial: una especie de Miguel Hidalgo Reloaded, cuyo performance iniciaría en Dolores, continuaría por los caminos de Guanajuato, Celaya, León, Guadalajara y una interminable guía Michelin. El símbolo como el guion perfecto que incentiva a la incompetencia política; el culto a la figura máxima de la política que en ocasiones parecía religión; el presidencialismo o si se prefiere, el rito de la denigración mexicana.

 

Unas horas después del magnicidio en Estados Unidos el guion del presidente López Mateos no fue trastocado. El titular del Excélsior en su edición del sábado 23 de noviembre de 1963 fue: “Conmueve al Mundo el Asesinato del Presidente J.F. Kennedy”. El 22, el día de la  que mataron a Kennedy el presidente mexicano tuvo a bien trasladarse a Morelos para saludar a los cañeros, y con mucho gusto y emoción, les obsequió ocho unidades habitacionales del IMSS (monumento posrevolucionario bajo idéntica arquitectura moscovita).

 

Quizá las anécdotas sean absurdas por vacías, en realidad nos ayudan a extrapolar el anecdotario político mexicano.

 

Quienes formamos parte de la generación del #NoSeOlvida (1968), voltear la mirada hacia la Guerra Fría nos evoca la reconfiguración de tres mundos: Occidente, rico; tercer mundo, pobre y; comunismo ambivalente (población pobre y su ejército rico). México vivía lejos del mundo de las ideas, no hacían falta, con la épica revolucionaria se construyó uno de los mejores storytelling que la SEP haya imaginado.

 

México no le interesaba estar en el tablero global. La excepción fue el sector cultural; con los maestros Alfonso Reyes y Juan José Arreola llegaron los alumnos de la generación del Medio Siglo que tuvieron a bien abrir una especie de Embajada del Mundo en México, o en su defecto, la de México en el Mundo: La casa del lago (de Chapultepec): Salvador Elizondo, Tomás Segovia e Inés Arredondo, entre muchos otros visionarios de las letras sin nacionalidad. Ellos rompieron la cortina de nopal.

 

Hoy la demografía mexicana es otra. Más liberal, más progresista y más tuitera. ¿Nostalgia? Nunca.