Disruptivo para las formas protocolares y los rituales de los barones de la prensa, Manuel Arroyo entró intempestivamente a la arena de los medios de comunicación en México apenas hace un año, cuando después de más de seis meses de negociaciones intensas y tensas, adquirió El Financiero, uno de los periódicos que forman parte activa de la transición democrática en México.

 

Arroyo lo recogió en una deriva financiera que había dejado atrás sus años de gloria, cuando en los tiempos donde publicar las cosas como sucedían generaba choques con el gobierno, apostó por la libertad. Pero la vocación plural y crítica del periódico fundado por la familia Cárdenas, permitió que pese años de zozobra económica, el cabezal de El Financiero nunca se devaluara.

 

El valor de la marca, junto con el potencial que le vio en el advenimiento de una nueva era digital de los medios, sedujo a este joven que desde los 17 años se caracterizó por ser un audaz emprendedor. Por casi dos décadas había estado involucrado en la industria de la televisión y las telecomunicaciones, pero en su arquitectura no en los contenidos.

 

Con la adquisición del diario, pasó del bajo perfil que siempre mantuvo a ser una estrella más en el firmamento de los medios de comunicación, que intrigó a muchos de quienes habitan en ese exclusivo vecindario. Arroyo adquirió El Financiero el 15 de noviembre de 2012 y quince días después fue invitado al mensaje de toma de posesión del presidente Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional. Aunque exitoso por años, ser propietario de un medio de comunicación lo subió de nivel en la sociedad política.

 

El 1 de diciembre pasó desapercibido por prácticamente todos, pero para el 2 de septiembre pasado, cuando Peña Nieto dio su primer mensaje de gobierno a la nación en Los Pinos, Arroyo tuvo un tratamiento diferenciado. Había pagado el derecho de piso. Una de las leyendas de la prensa, Juan Francisco Ealy Ortiz, propietario de El Universal, preguntaba en ese evento: “¿Quién es este muchacho?”.

 

Ese muchacho comenzó su vida productiva en 1991, como ayudante en una revista política que cerró años después. No duró mucho ahí, al encontrar que le daba más la venta de bisutería, algo que había visto hacían las secretarias en las oficinas públicas en donde repartía el semanario. Pero tampoco era lo suyo. Con un socio, puso un pequeño restaurante al que le incorporó el servicio a domicilio para potenciar las ventas. El trabajo era arduo y poco remunerativo para quien, en ese momento, entraba al fascinante mundo de la televisión a través de antenas parabólicas.

 

Ahí tuvo la inspiración que le cambió la vida. Aprendió el funcionamiento de las antenas y desde la recámara de la casa que sus padres tenían en el Pedregal, el barrio afluente en el sur de la ciudad de México, comenzó un negocio de reparación. El barrio le respondió bien por lo que se amplió a la venta de partes. Arroyo recuerda que buscó proveedores y llegó a una compañía en Texas. “Me iba un día en un camión hasta San Antonio compraba lo que necesitaba y me regresaba”, dice.

 

Para promocionar el negocio colocó anuncios en periódicos especializados y en el local donde componían sus televisores. Una llamada para reparar una antena para “una persona muy importante” que nunca conoció, lo enfrentó a una equipo que no tenía idea de cómo restaurar. Echado para adelante, como describió años después, les dijo que la podía arreglar pero que necesitaba el plano de la antena para estudiarlo en su taller y regresar con la solución. Arroyo corrió con el ingeniero que reparaba sus televisores y le preguntó si podía hacer lo mismo con esa antena. Mientras el ingeniero arreglaba el problema, “yo miraba con ojos de experto para fingir que no sabía nada”.

 

Esa reparación lo llevó a Imevisión, que cuando se convirtió en TV Azteca, su nuevo dueño, Ricardo Salinas, pensó que le pagaban demasiado dinero a Arroyo por sus servicios y se los suspendieron. El joven lo demandó y le ganó en tribunales. Pero como en la política y los negocios, nada es personal. Cuando Sky compró Direct TV, TV Azteca se quedó sin respaldo de antenas, que tenían con la empresa de Rupert Murdoch, por lo que Arroyo le planteó a Salinas, en ese momento de emergencia, que él le podía dar el soporte técnico.

 

Para ese entonces, Arroyo ya había comprado la empresa que le proveía de partes en San Antonio, de la que se volvió primero socio con cinco millones de pesos que obtuvo de la venta de la casa en el Pedregal, para lo que tuvo que convencer a su madre que era una buena inversión. Tenía parabólicas en todo el país, y ya había comprado a sus socios todas las acciones de la compañía en Texas y estableció lo que hoy es Comtelstat.

 

Continuó su expansión como empresa de soluciones de alta tecnología para televisión y telecomunicaciones. A América Móvil y a Claro de Carlos Slim les instaló su red en Centroamérica y América del Sur, aunque Argentina fue la puerta de entrada en la región, donde emplea a más de dos mil 500 personas. Comtelstat controla alrededor del 65% del mercado de las antenas en México, y construyó los estudios de televisión de Milenio, de Estadio W, Efekto TV, el Canal del Congreso, TV UNAM y Fox Sports. Su empresa multinacional factura más de 500 millones de dólares anuales.

 

Arroyo guarda celosamente lo que le costó El Financiero y la participación de sus nuevos socios en la expansión de la empresa, pero inquieto hasta en los momentos de mayor reposo, no deja de pensar en negocios. Por ejemplo, mientras buscaba comprar El Financiero, adquirió ESPN América Latina. Cuando pensaba qué haría si concretaba esa adquisición, ya pensaba en vincularse con Bloomberg, la empresa de información especializada de mayor crecimiento en el mundo. En marzo pasado, firmó la alianza con ese grupo, propiedad del alcalde saliente de Nueva York Michael Bloomberg.

 

La compra del diario fue el principio de su incursión en la generación y distribución de contenidos a través de plataformas múltiples. Casi un año ha demorado la presentación del nuevo El Financiero, pero en enero, con la presencia de Bloomberg, será anunciada toda la revolución que ha venido construyendo. “Viene un nuevo diseño del periódico que ya está listo, así como una plataforma digital y el canal de televisión El Financiero-Bloomberg”, anticipó hace unos días en una entrevista con 24 HORAS.

 

Pero para él, eso no bastará. ¿Apostará por la tercera cadena de televisión que se licitará el próximo año? “Es una gran oportunidad porque se abre un espacio importante en los medios de comunicación en este país”, dice. “Y si se dan las condiciones, lo valuaríamos en su momento”. No hay duda. Su biografía empresarial lo grita: buscará entrar a la liga más influyente en México, la de la televisión.