No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano que duerme en la calle y que sí lo sea una caída de dos puntos de la Bolsa, dice el papa Francisco.

“Así como el mandamiento de no matar pone un límite claro para asegurar el valor de una vida humana, hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata”, advierte.

 

En un documento publicado ayer en la página de internet de El Vaticano, el pontífice resume las prioridades que tiene y que ha expresado desde antes de que el humo blanco anticipara su llegada.

 

Desde marzo, a través de homilías y charlas casuales ha dejado entrever que él no es un sacerdote común y corriente.

 

Este jesuita argentino, como se auguraba, llegó a levantar cejas entre los grupos de religiosos acostumbrados al golf, las joyas, las fiestas con políticos y el buen vivir.

 

Y volvió a hacerlo ayer. El regreso a la esencia del Evangelio, a través de la humildad, del sacrificio y la alegría, son algunos de los ejes de la Exhortación Apostólica que publicó. (Consulta aquí el documento íntegro)

 

La hoja de ruta de lo que debería ser la Iglesia Católica, titulada Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio), escrita por el Papa Francisco, pide luchar contra la globalización de la indiferencia.

 

“No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra en el juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil”.

 

Grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas.

 

“Sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del descarte que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está fuera”.

 

DESECHOS, SON SOBRANTES

 

El papa Francisco dice que los excluidos no son explotados, son desechos, sobrantes de este nuevo mundo.

 

Y arremete contra el libre mercado. Dice que a pesar del contexto de exclusión, algunos todavía defienden las teorías del derrame, pues siguen argumentando que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión en el mundo.

 

“Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante”.

 

El papa dice que mientras tanto, los excluidos siguen esperando a sostener un estilo de vida que excluye a los otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta. La globalización de la indiferencia.

 

“Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe”.

 

La alegría del Evangelio es el segundo texto pedagógico importante emitido por Francisco, recuerda AP y EFE, pero el primero realmente escrito por él puesto que la encíclica La luz de la fe, emitida en julio, fue obra casi exclusiva del papa Benedicto XVI antes de renunciar.

 

Francisco escribió el grueso del nuevo texto en agosto, durante la pausa veraniega, dijo el vocero del Vaticano, el padre Federico Lombardi.

 

Está dirigido a sacerdotes, religiosos y laicos.

 

El papa le grita a todo el mundo que vivimos anestesiados en la cultura del bienestar:

 

“Perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

 

LA IDOLATRÍA DEL DINERO

 

Una de las causas de la situación que vive el mundo se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, dice el Papa.

 

“Aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades”, escribe Francisco. “La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo”.

 

El pontífice recuerda que el afán de tener y poder no conoce límites. Que cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado.

 

Francisco anima a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad:

 

“No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos”.

 

Apela a la ética, algo poco apreciado en esta cultura del consumo. Y recuerda que el Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación de recordarle a los que más tienen que deben ayudar a los que carecen de lo básico, que deben respetarlos.

 

“Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano”.

 

 

 

QUIERE UNA IGLESIA POBRE PARA LOS POBRES

 

“Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse”, dice el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica, titulada Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio), que compartió ayer en internet con todo el mundo.

 

El mensaje, de entrada, va dirigido a los hombres que sirven a la iglesia de más de dos mil años y que hoy enfrenta una falta de credibilidad, críticas, problemas financieros y legales, que van de lavado de dinero, hasta el abuso sexual de menores.

 

“Quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos”, escribe Francisco.

 

El Papa agrega que los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla.

 

Les recuerda también que la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción.

 

“Un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, la duce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas”.

 

Explica que los obispos latinoamericanos han dicho que ya no pueden quedarse en espera pasiva en sus templos, por lo que deben ser decididamente misioneros. Y propone globalmente volver a ser misioneros a aquéllos que no viven sin sus comodidades.

 

“Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia”.

 

El Papa abunda durante su texto precisamente en la reforma de la Iglesia en salida misionera; las tentaciones de los agentes pastorales; la Iglesia entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza; la homilía y su preparación; la inclusión social de los pobres; la paz y el diálogo social, y las motivaciones espirituales para la tarea misionera.

 

“La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tiene así olor a oveja y éstas escuchan su voz”.

 

Entre sus decenas de cuartillas, es tajante:

 

“Prefiero una Iglesia golpeada, lastimada y sucia porque ha estado en las calles que una Iglesia insalubre por haberse confinado y aferrado a su propia seguridad”, escribe el Papa. “No quiero una Iglesia preocupada por permanecer en el centro y después terminar atrapada en una red de obsesiones y procedimientos”.