Las imágenes oníricas en los filmes de Tarkovksy se ven encarnadas en la series de polaroids que el director dejo a través de los años. Lo que pareciera ser un testigo biográfico de la vida íntima del director, es en realidad la prueba mas concreta del estilo artístico que Tarkovsky desarrolló en toda su carrera cinematográfica.
La atmósfera densa de lugares al parecer cotidianos, tintados de verde azulados, muestran paisajes coloquiales y poco interesantes para el ojo ordinario. Pero tras la cámara de Tarkovksy se convierten en universos paralelos propios del artista.
Las fotografías que hoy en día podrían considerarse como documentales, van desde espacios interiores, hasta vistas al exterior, una vasta cantidad de retratos, especialmente de su hijo quien siempre irradia una cierta nostalgia apabullante atípica de un niño de ocho años, así como fragmentos de vida cotidiana de los lugares en los que estaba el director, que la mayoría del tiempo se encontró exiliado de su país.