Capitán Phillips (Dir. Paul Greengrass)
Con Capitán Phillips, séptimo largometraje del artesano Paul Greengrass, el cineasta de origen inglés regresa al mismo escenario que en su anterior cinta, United 93 (2006), donde daba cuenta de los hechos ocurridos en el vuelo 93 de la United Airlines, secuestrado aquel infame 11 de septiembre de 2001 y que, de no ser por la determinación y el coraje de los pasajeros que terminaron enfrentándose a sus secuestradores, el avión pudo acabar impactándose contra algún edificio, tal y como sucedió en las Torres Gemelas de Nueva York aquella fatídica mañana.
Para esta nueva cinta somos testigos de otro secuestro ocurrido en la vida real. En 2009, el buque carguero Maersk Alabama fue secuestrado en el Golfo de Aden a manos de un puñado de somalíes quienes, a bordo de una diminuta lancha, lograron tomar el control de la nave.
El recuento de este hecho – retomado a partir del libro “A Captain’s Duty: Somali Pirates, Navy SEALS, and Dangerous Days at Sea”, escrito por el verdadero capitán Philips- ya de por si daba para una buena historia, pero Greengrass no se limita a hacer la crónica puntual de lo acontecido, sino el encontronazo entre dos personalidades completamente disímbolas.
Por un lado tenemos al disciplinado, metódico y pragmático capitán Phillips (Tom Hanks, en vía directa a la nominación por el Oscar), padre de familia y amoroso esposo que en su papel de capitán asume todo el peso de la responsabilidad bajo sus hombros. Por otro lado, está la desesperación vuelta furia y recelo de Muse (una revelación llamada Barkhad Abdi), el pequeño y casi insignificante somalí que organiza el asalto para terminar, inevitablemente, confrontado con Phillips.
Un objeto inamovible choca contra una fuerza imparable. Phillips intenta negociar, razonar, hacerse entender con sus secuestradores; no le importa que se lleven el dinero en efectivo, lo importante es que la carga y la tripulación lleguen a salvo. Y es aquí cuando caemos en cuenta sobre la gran locura que implica este secuestro: ¿qué harán los secuestradores con el barco?, ¿a dónde llevarán semejante monstruo?, ¿cómo desembarcarán los contenedores?, ¿cómo venderán tal cantidad de mercancías?
Muse no sabe de razones, está ahí para tomar el barco, está ahí porque le enseñará a los norteamericanos quién manda; un juego en el que el ego exige alguna satisfacción luego de la miseria diaria, la pobreza constante, el futuro incierto.
La puesta en imágenes de Greengrass transmite de manera efectiva la intensidad y la angustia de la crisis en altamar; para ello recurre a sus viejos trucos (la mayoría derivados de su experiencia en el cine de acción): edición rápida, cortes abruptos, tomas cerradas, cámara al hombro; pero el montaje jamás escapa de sus manos, maneja los espacios y los ritmos sin perder nunca al espectador. El flujo de imágenes nos sitúa en medio del caos, pero nunca nos pierde dentro de él.
La pericia narrativa va acompañada de músculo actoral. Tanto Hanks como Abdi merecerían un Oscar por esa mezcla entre tensa calma de uno y furia desatada del otro. Barkhad Abdi, chofer en Minneapolis y sin experiencia como actor, se pone al tu por tu con el oscareado Hanks, por momentos incluso hasta le roba la cinta. Simplemente impresionante.
Inteligentemente, esto no es un juego de buenos y malos, de terroristas contra norteamericanos, ni de héroes o villanos; Greengrass no sólo evita los juicios de valor, sino que, llegado el momento, documentará el derrumbe de estas voluntades enfrentadas mediante una de las secuencias más poderosas de la cinta, cerrando con una nota triste (en el mismo tono de Zero Dark Thirty, de Kathryn Bigelow) donde no hay vencedores sino víctimas.
Capitán Phillips (Dir. Paul Greengrass)
4 de 5 estrellas.