Aún jovial, pero con mucho más canas, consistente y persistente, Enrique Peña Nieto cumple el primer año de un sueño que construyó desde sus años de secundaria y que fue labrando durante su carrera política. Lo que seguramente no estaba en esas imágenes, es cómo terminaría la primera de las seis etapas de su Presidencia: su obra maestra de gobernabilidad, el Pacto por México, en llamas, como también está incendiado Michoacán y hay turbulencia en el 70% del país. Existe desobediencia civil en varias regiones, resultado de un desorden en la seguridad pública, y una economía paralizada por la desaceleración.

 

Peña Nieto edificó un andamiaje artificial con el Pacto por México, un gobierno de coalición de facto para procesar las reformas estructurales que se planteó para “transformar” al país, en el cual el PAN y el PRD pudieran tener también su tajada de poder. Ha sido un año de equilibrios donde Peña Nieto estuvo dispuesto a hacer concesiones políticas –en la Reforma Política y privilegios interminables a la CNTE- a cambio de los votos de la oposición para sus reformas económicas, salvo en la Energética, que siempre se supo sería intransitable para la izquierda, y que hoy tiene sumida a su Presidencia en una crisis política.

 

Este quid pro quo alienó al sector privado y a las clases medias, que lo respaldaron para llegar a la Presidencia, y a los gobernadores priistas, motores de su victoria, al ver que para seducir a la izquierda Miguel Ángel Mancera en el Distrito Federal, y Arturo Núñez en Tabasco, salieron muy beneficiados en el presupuesto. El cuidado con la izquierda frenó también procesos judiciales en Michoacán, como castigo a los orígenes de la violencia que se vive, y protección a la procuradora del presidente Felipe Calderón, Marisela Morales –al nombrarla cónsul en Milán-, a quien se acusa de haber retorcido la ley con fines políticos y personales.

 

Los equilibrios han tenido costos. La imagen de Peña Nieto cayó de manera significativa, de acuerdo con la última encuesta de la empresa Demotecnia. En la evaluación de medio año, el 72% de los encuestados dijeron que el Presidente “lo estaba haciendo bien”. Seis meses después, el 22% cambió de opinión. Rodrigo de las Heras, director de la empresa, considera que esta caída obedece al desgaste natural de un gobierno, pero también a que los detractores se manifiestan con más fuerza y que la gente aún no ve, por falta de explicación, cómo las reformas la va a beneficiar en su vida diaria.

 

Un reflejo de lo que sienten y piensan los mexicano fue traducido por René Delgado, uno de los analistas políticos más finos y respetados del país, quien escribió este sábado en su columna en Reforma: “Un año después, la osadía y la determinación mostradas al inicio del sexenio se ven tentadas por la desesperación y el desconcierto en el ejercicio del gobierno. La reforma de la educación no aterriza. La reforma de telecomunicaciones no se reglamenta. La reforma hacendaria afronta la adversidad económica. Y el haber aceptado atar la reforma político-electoral a la energética amenaza con producir una legislación hecha sobre las rodillas y otras sin asegurar lo que se pretende”.

 

Los asesores de Peña Nieto admiten que el costo de imagen es importante, pero que el Presidente no pretende gobernar por la popularidad. Los resultados, afirman, son por los que al final lo evaluarán. Su percepción entre los mexicanos tiene, en efecto, claroscuros. De acuerdo con Parametría, los mexicanos responden de manera lineal. Por ejemplo, los mexicanos censuraron el impuesto del 10% a las utilidades en la Bolsa Mexicana de Valores, pese a que más del 95% de ellos, no tienen inversiones. En el caso de la Reforma Energética, más del 60% considera que sí requiere ser transformado para impulsar el desarrollo, pero cuando en la pregunta se añade cualquier palabra que evoque “privatizar”, el apoyo cae 10%. La forma como contestan, señala Francisco Abundis, director de Parametría, es intuitiva. Las encuestas finalmente, registran percepciones, no realidades.

 

El artículo de Delgado es buen ejemplo de cómo se ven las cosas en función del contexto y el entorno. “La acción de gobierno no se manifiesta y sí, en cambio, la corrupción política y la actividad delincuencial –crímenes ambos contra la sociedad- atentan contra la esperanza, mientras la economía frena el crecimiento”, escribió. Días antes, el semanario británico The Economist apuntó: “En papel, el marcador es impresionante. En educación, el objetivo es mejorar la enseñanza en un país que grita por trabajadores bien calificados. Los maestros enfrentarán evaluaciones que podría hacerles perder su trabajo si fallan. La gastalona líder de su sindicato fue arrestada.

 

“La creación de un órgano autónomo y confiable que pueda frenar la dominancia de Telmex, el gigante de telecomunicaciones controlado por Carlos Slim…, y de Televisa.., es un intento claro para abrir el mercado de la información en una sociedad inundada con jóvenes tecnófilos. Una reforma bancaria para estimular préstamos en un país donde el crédito como proporción del Producto Nacional Bruto es casi la mitad de la media regional, está diseñada para ayudar a las pequeñas y medianas empresas”.

 

La percepción de desastre en México es vista de manera diferente fuera del país. “A lo largo de su primer año en la Presidencia, ha tenido cosas negativas, pero las positivas han sido mayores”, subrayó The Economist. “Si puede lograr el paquete de reformas que ha emprendido, puede transformar a México”. En el mundo, donde se mantiene una evaluación positiva de Peña Nieto, esperan que profundice y concrete las reformas. En México, hay amplios grupos de la sociedad que ven las reformas en función de su forma de pensar o intereses. Casi unánimes en la educativa, quebrados por la energética, y repartidos en la política-electoral.

 

Peña Nieto se mueve entre las ansiedades, angustias y frustraciones. Fuera de México, con la frialdad que da la distancia, esperan los frutos las reformas de acuerdo con el calendario anunciado. Cautelosamente optimistas, le dan el beneficio de la duda. En México, la programación para concretar los cambios prometidos, no existe. Resultados ya, porque las mañanas están muy lejos. No hay beneficio de la duda. Demotecnia lo comprueba: la calificación de Peña Nieto al primer año, es 4.9.

 

La batalla por las mentes para modular las percepciones, no la va ganando. A su favor es que son percepciones, que se pueden modificar a través de resultados. Pero el mundo imaginario no es el único que tiene que dominar. Los equilibrios políticos, a costa de sacrificar a quienes más lo apoyaron para llegar a la Presidencia, son los que tendrá que probar que fueron necesarios, pero benéficos en el largo plazo, para que recupere la confianza de sus viejos aliados y encuentre la de otros que no creen en él. Aquí no hay periodos de gracia ni etapas de maduración. Pasa por su capacidad para que en este clímax del primer año en donde se definirá su Presidencia, dome el potro de las resistencias a las reformas antes de que lo tumbe.