Cuando en 1903 Madame Curie fue galardonada con el Premio Nobel de Física, junto con su marido el también físico Pierre Curie, fue él a quien la Academia de Ciencias de Suecia le entregó la presea, no obstante que el descubrimiento de los elementos radiactivos, motivo del premio, había sido una labor totalmente desarrollada por la científica de origen polaco, cuyo nombre de soltera fue Marja Slodowska (se pronuncia Marya Slodouska).

 

¿Cuál fue el argumento para semejante grosería? Pues que, dados los usos y costumbres de la época, y al igual que ocurría en ámbitos como la política –donde las mujeres no tenían derecho al voto– o en la cultura –donde no podían dirigir instituciones–, a los varones de la ciencia del mundo no soportaron el hecho de que la mente científica más brillante de esos momentos fuera una mujer. De hecho la Academia Francesa de Ciencias se negó a darle un sitio en su seno; así que o le daban al marido el premio o no había tal.

 

Marie Curie había logrado convertirse en la primera mujer en toda Europa en alcanzar un doctorado en ciencias y fue también la primera persona en lograr dos veces el Premio Nobel en dos áreas de conocimiento: Física y Química.

 

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