No llegó el relevo de uno de los policías que cuida mi edificio. Por lo tanto, el poli tiene que quedarse con nosotros 72 horas y no 24. Se echó el turno del que falló y en unas horas iniciará el turno que le corresponde. ¿Alguien puede brindar seguridad en esas condiciones? Esta situación es normal para la Policía Auxiliar, la corporación a la que pertenece nuestro cuidador.
Hace un par de meses se escucharon unos balazos en la madrugada. Minutos después, el edificio estaba rodeado de patrullas y ambulancias. Uno de los policías decidió abrir una botella de whiskey que algún vecino le regaló; se emborrachó con el elemento que llegaba todas las noches a reforzar la seguridad. El vigilante nocturno, alcoholizado, balaceó al otro en el abdomen, luego huyó y enfrentó a otros policías cuando trataron de detenerlo. Ahora uno vive en el reclusorio y el otro está en recuperación.
¿Tienen los policías derecho a la felicidad? Si yo le regalo una botella de alcohol a un policía que trabaja 24 por 24, jamás tendrá derecho a disfrutarla: o está vigilando, o está preparándose para madrugar y relevar a su relevo. La Policía Auxiliar tiene esclavos, no policías profesionales.
Pero justo ese es el tema que me motiva a hablar de los policías: la falta de profesionalización. Hace una semana se realizó el “Picnic en el río”. En un camellón del Viaducto nos reunimos algunos de los que soñamos desmontar el Viaducto Piedad y recuperar el Río de la Piedad. Yo me fui temprano, pero una hora después estaban los granaderos desalojando una manifestación pacífica que no estorbaba a nadie.
Me quedó muy claro que los policías nos hicieron un favor. Gracias a un ridículo desalojo, #Picnicenelrio se volvió la principal noticia por varias horas y más gente se enteró que hay más dispuestos a desmontar el Viaducto, que a construirle un segundo piso. Aun así me pregunté qué decisiones hubo detrás de este desalojo: la Subsecretaría de Control de Tránsito tomó la decisión, me parece, porque los conductores bajaban la velocidad para ver qué sucedía y esto afectaba la circulación en ambas direcciones.
Lo mismo que he denunciado de la Secretaría de Obras del Gobierno del Distrito Federal, lo digo esta vez de la de Seguridad Pública. No pueden con lo que les toca, pero se meten en otros temas. No pueden con la inseguridad, pero les gusta lucirse con la gestión del tránsito, cuando el nivel de congestión de la Ciudad de México es la mejor prueba de su incapacidad.
Dos días antes del picnic en el río, alguien se quejaba en tuiter de la patrulla P8343 por invadir la flamante ciclovía de Eduardo Molina. Al denunciar la situación ante las cuentas de la policía (@caspoliciaDF y @JesusRo66690592), de inmediato una cuenta de una supuesta defensora de la policía (@KarlaSuarezQuij) argumentó una posible emergencia. No tienen tiempo para llamar la atención a policías infractores, pero sí para defenderse con cuentas falsas que sólo difunden información de la policía.
Patrullas en la banqueta, en rampas para personas con discapacidad, sirenas que se encienden sólo para pasarse el alto, luces en rojo y azul que nos deslumbran por doquier sin que obtengamos nada a cambio. Una vez pedí auxilio para liberar una ciclovía, y las patrullas llegaron de inmediato a estacionarse sobre la propia ciclovía. Que nos ayuden o no depende más de la Virgen de Guadalupe que de su capacitación.
Sé que la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal ha sofisticado sus sistemas de vigilancia, de control de confianza, de supervisión a policías. Pero claramente tiene tan malas prácticas con cuestiones tan básicas como las que he ejemplificado en estas líneas, que estar bien cuidados por la policía es algo fortuito. La delincuencia sube o baja más por otras causas que por el buen o mal desempeño de la policía. “No llegó mi relevo” demuestra el grado de improvisación policiaca de la Ciudad de México.