María Marván Laborde se reconocía ayer orgullosa de ser la primera mujer -y la última a como apuntan las cosas- en presidir el Instituto Federal Electoral (IFE).

 

Pero esa sensación de orgullo íntimo apenas lograba asomar frente al dolor que le significaba la desaparición del IFE (decretada por los legisladores).

 

Por ello, su voz fue tan triste como crítica al hablar de la nueva reforma electoral: “Esta reforma pone fin a una era electoral -inició-, porque es la primera reforma política, desde 1977, que no se negocia en sus términos ni en sus méritos”.

 

Y no sólo eso, mencionó, pues “no deja de ser irónico que esta reforma electoral en realidad no respondió a una crisis política”.

 

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