No cabe duda que la congruencia es ese tenue hilo que ata nuestra palabra con nuestras acciones. Esa fibra delicada sobre la cual se sostiene nuestra credibilidad.
La congruencia es el valor diferencial entre un ‘rebelde con causa’ y un demagogo. El único activo que permite a un líder poner la frente en alto ante sus ‘adversarios políticos’, incluso en el escenario de la derrota.
La clase política del país está embalsamada de incongruencias. Durante décadas los políticos han tomado ventaja de dos características de la sociedad mexicana: La apatía política y la ignorancia ingenua como origen de la agitación social estéril.
La apatía política de quienes se quejan de los políticos y de sus abusos y excesos pero que no hacen nada por remediarlo. Y la ignorancia que impide cualquier cuestionamiento ante un líder mesiánico que dice encarnar la causa de los desposeídos.
La incongruencia se halla tanto a la derecha como en la izquierda del espectro político nacional. Y también en la gama de grises que campea entre la primera y la segunda. Una incongruencia cínica y ofensiva que hemos comprado los mexicanos por la apatía e ignorancia a las cuales me he referido.
Recientemente hemos visto el colmo de la incongruencia: Un rebelde que dice abanderar la causa de los mas pobres, de los ‘buleados’ por el ‘neoliberalismo’, atendiéndose de un infarto al miocardio en un hospital privado AAA -ícono del capitalismo moderno-.
Un lugar donde trabajan y cobran respetables honorarios especialistas, doctores y enfermeras que suministran medicamentos y realizan sofisticados estudios a los cuales ningún desposeído podría tener acceso así como así.
Para mi, un líder congruente de la desobediencia neoliberal moriría abrazando su causa: La del desposeído.
Nadie niega que en México existen lamentables injusticias sociales atizadas por un régimen económico que no ha sabido generalizar el bienestar social. Pero también es innegable que hay políticos que usan a los pobres para vivir de su fe ciega.
Políticos de cualquier partido, de cualquier ideología. Para el ojo abierto, para el optimista informado, es evidente que en México el poder corrompe. Deshumaniza. Lucra con la necesidad. Por ello los políticos toman ventaja de la apatía política del ciudadano ‘comodino’ y de la movilización social esteril -basada en la ceguera irracional- para reproducir la pobreza y fertilizar sus intereses.
La falta de congruencia del máximo ícono de la izquierda del país, como lo es Andrés Manuel López Obrador, pone, o debería poner, su credibilidad como alternativa política en terapia intensiva. No porque no tenga derecho a procurar su salud y bienestar, sino porque no ha sido capaz de vivir su crisis bajo las circunstancias que padecería alguno de sus supuestos representados.
Vaya lección que le hubiera dado al mundo político con un poquito de congruencia.
La demagogia por un lado. La apatía política por el otro. La movilización estéril arriba. La ignorancia que se mueve con la fe ciega vendida por líderes mesiánicos por abajo. La incongruencia política atrás. Un caudillo sin empleo desde hace años que fondea un infarto en una catedral VIP del capitalismo al frente. Así es la madurez política de México.
Ante esa geometría sociopolítica me he atrevido a proponer una fuerza opositora imaginativa. Una que haga de la creatividad el factor del cambio. Una que no busque polarizar sino sumar voluntades en una congruencia tendiente al cambio.
México no necesita gente en las calles manifestándose a través del pernicioso vandalismo. Necesita ideas que señalen y castiguen al corrupto. Al mequetrefe que llega al poder a robar, a hacer gala de prepotencia. A no asumirse como un empleado público que debe rendir cuentas.
Necesitamos gente con dinero, sin dinero, clase media, obreros, estudiantes, académicos, libre pensadores… gente de bien… todos unidos en el congruencia… más allá de la fe ciega en líderes encantadores de serpientes… para detonar un cambio real a partir de la imaginación colectiva. De la suma de ideas.
Nosotros somos quienes debemos detonar el cambio en México. No los políticos del siglo pasado.