SUDÁFRICA. La casa en la que Nelson Mandela creció en una zona rural en la década de 1920 tenía paredes de adobe, techo de paja y piso alisado con estiércol de vaca.
Cuando las multitudes lleguen el domingo a la localidad donde Mandela será sepultado, visitarán un lugar sencillo lleno de hábitos antiguos, pero que se ha convertido en el centro de una gran operación de estado para honrar al dirigente de la lucha contra el apartheid.
Obreros de la construcción trabajaban a toda prisa a fin de terminar los preparativos en la zona.
En la extensa propiedad de Mandela, los trabajadores erigían una estructura temporal con asientos.
Otras cuadrillas se apresuraban a terminar la pavimentación de una nueva carretera frente a la casa de Mandela, desde Qunu, donde vivió, a Mthatha, la ciudad con el aeropuerto más próximo en la provincia del Cabo Oriental.
Helicópteros militares sobrevolaron la zona el viernes en tanto que fuerzas de seguridad patrullaban caminos.
Algunas unidades hicieron maniobras en antelación a la ceremonia de bienvenida del féretro de Mandela, prevista para el sábado, después de su traslado desde Pretoria, la capital.
El presidente Jacob Zuma autorizó que 11 mil 900 elementos militares sean destacados para que asistan a la policía en el mantenimiento del orden durante el funeral de Mandela.
Varios vehículos blindados militares rodean la propiedad de Mandela que tiene una cerca. Una topadora amarilla aplanaba un camino de tierra detrás de la casa de Mandela, cerca de donde pastaban más de 20 vacas.
La mayor parte de Qunu está distante varias décadas de la modernidad actual. Muchas casas, pintadas de verde, rosa y amarillo, son estructuras de una sola pieza con techos de paja o láminas galvanizadas. Bastantes de ellas tienen construcciones anexas.
Cuando tenía unos 5 años, Mandela, pastoreó animales y utilizó un tirachinas en Qunu. Hoy día, ovejas, cabras y vacas transitan tranquilamente por una carretera de dos carriles y por caminos de tierra más pequeños.
Los cientos de residentes en el lugar consideraban a Mandela un vecino ante todo. Hace pocos días, Malwande Mazwi caminaba con mucha dificultad y a paso irregular por la cerca del recinto moderno de Mandela.
Mazwi, de 24 años, se apoyaba pesadamente sobre dos palos que ha utilizado a manera de muletas desde que contrajo poliomielitis cuando era niño.
El joven ilustra los retrasos que afronta Qunu en cuanto a los niveles de educación y salud. Mazwi vive a sólo 90 metros (100 yardas) de la cerca posterior de la casa de Mandela, en inmuebles con techos de paja y láminas galvanizadas.
La madre de esta persona, Nothobile Gamakhulu, confía en que algún día tenga los recursos para hacerle una operación a fin de que le enderecen las piernas a su hijo. Aunque primero desearía comprarle a Mazwi unas muletas modernas para que ya no se valga de los palos.
Joshua Mzingelwa es el líder de la Iglesia Apostólica Episcopal Moriana, contigua a la casa de Mazwi. Vestido con una sotana azul, Mzingelwa pronunció la semana pasada un sermón a voz alta y ronca.
“Todavía hay esperanza entre las penurias que ustedes enfrentan todos los días”, incluso con la pérdida de Mandela, dijo ante la congregación.