Madrid. Como colofón al año que acaba, en el que se conmemora el décimo aniversario de la muerte del narrador y poeta chileno Roberto Bolaño, la Biblioteca Nacional de España le rindió hoy un homenaje en el que se destacó su faceta de lector: “Soy más feliz leyendo que escribiendo”, decía el autor de “2666”.

 

“El bibliotecario valiente” fue el título del homenaje, un nombre que utilizó Bolaño en un artículo dedicado en 1999 a Borges, uno de los escritores que más influyó en su obra junto con Balzac, Melville, Baudelaire, Rimbaud o Sebald, indicó Rubén Aria.

 

Aria participó con una conferencia sobre el mapa de la biblioteca de Bolaño junto a Ignacio Echevarría, albacea literario del escritor y coordinador del acto, y al también escritor y amigo del homenajeado Rodrigo Fresán.

 

Para acotar algo tan difícil de limitar como las lecturas e influencias de Bolaño (Santiago de Chile, 1953-Barcelona,2003), escritor convertido ya en mito desde su muerte, un autor prolífico, de culto; uno de los grandes del siglo XX, Arias señaló la influencia de autores del XIX, por su vínculo poético “con el Romanticismo”.

 

“Una idea -precisó- que se aleja de la interpretación blandamente posmoderna que tienen algunos críticos”.

 

Rubén Ángel Arias también habló de las dimensiones “aforísticas” que han tomado las múltiples entrevistas hechas a Bolaño en los últimos tiempos.

 

Pero si algo quedó claro en esta conferencia es que hablar de la biblioteca de Bolaño, un “indagador sobre el mal y la violencia”, era casi imposible, porque era un lector empedernido.

 

“Era un escritor que leía a sus contemporáneos, cosa que ahora no pasa, porque los escritores no leen, comentó Echevarría. “Y era un escritor que escribía sobre los que le interesaban y que reflejaba también a los que detestaba”.

 

Rodrigo Fresán, que hablaba mucho con Bolaño de libros, comentó que este tenía dos bibliotecas, últimamente una muy ordenada en Blanes (Girona), donde vivía, y otra en su estudio, que era un agujero negro de montañas de libros apilados.

 

“Pero su biblioteca era una especie de Jekyll y Hyde. “A pesar de ser un gran lector, un lector escritor, Bolaño nunca perdió la inocencia del lector puro, siempre disfrutó. Fue un lector puro,un francotirador eufórico”, precisó Fresán.

 

Bolaño fue autor de una veintena de libros, entre los cuales destacan sus novelas “Los detectives salvajes” (1998) ganadora del premio Herralde en 1998 y el premio Romulo Gallegos en 1999, también destacan en su obra títulos como “La pista de hielo”, “La literatura nazi en América”, “Estrella distante”, “Nocturno de Chile” o “Putas asesinas”.