Almadía 1Difícilmente la ficción que encontramos en los textos literarios se logra encontrar con la realidad, pero cuando algo así sucede, la lectura cumple con algunos de sus objetivos, que es apropiarnos de las letras.

Hace unos días se dio a conocer la noticia del suicidio de una pareja en una habitación de un hotel en Paris, dejando una carta póstuma donde explicaban que tenían el su derecho a una “muerte dulce”.

La publicación de la nota coincidió justo cuando terminé de leer Hacia la extinción del escritor argentino Oliverio Coelho, libro de cuentos publicado por la editorial Almadía, en donde nos encontramos con el romance entre Mcl y Jorge, una pareja que elige como emblema de su amor La novela luminosa de Mario Levrero, y que terminan su historia en las mismas circunstancias en las que lo hicieron la pareja de la nota.

Los relatos de Oliverio son impredecibles, en donde la vida de sus personajes se pierde en la lógica cotidiana, en donde son posibles los encuentros con el pasado, en donde un hijo se enfrenta con el hombre que ha decidido imitar a su padre muerto, o con situaciones del presente en donde una mujer ama a un hombre por las razones equivocadas, e incluso, con situaciones que no han sucedido, como el suicidio amoroso de una pareja en un cuarto de hotel.

En cada una de estas trece historias, el lector podrá experimentar los ámbitos de lo extraño y lo torcido, zonas donde fructifican las ficciones del autor.

Sabemos de tu faceta como novelista, pero ¿cómo te ha resultado pasar de un género a otro?

-Nunca fue un pasaje drástico, fue una decisión. Siempre que estoy escribiendo una novela y me trabo de un capitulo a otro, escribo algún cuento. Los cuentos se van formando de a poco. Me parece que las formas breves me atrajeron, para poner a prueba ideas, como si el cuento fuera un laboratorio para algo mayor.


A diferencia de los cuentos, la novela te permite conducir de una manera distinta al lector, pero es importante rescatar la brevedad de las historias que tienen una unidad de impresión bien marcada.

– Sí, se trata de otro juego de seducción en el cuento, más inmediato en donde todos los recursos involucrados tienen que funcionar, en una novela los recursos se van superponiendo y nunca, hasta que uno termina la novela, sabe cuándo funcionan.

Casi siempre estas escribiendo algo, pero ¿cómo es tu proceso creativo?

– Algunos relatos surgen de diálogos, de cosas que me cuentan y que voy anotando, tengo un archivo en el que acumulo ideas, posibles cuentos, pero son muchos más los cuentos que no escribo, que los que si escribo; y de golpe se me ocurre que esta historia, que ya estuvo trabajando en sordina, necesita ser escrita, como por ejemplo, el cuento que abre este volumen, me surgió en un sueño hace tres años y siempre supe que podía ser la raíz de un cuento. Uno escribe cuentos cuando se vuelven inminentes.

Y ¿cómo fue la selección de los cuentos?

-En conjunto, yo presente una propuesta, el editor otra y así la fuimos trabajando, el me pedía cuentos inéditos y a medida que me pedía más cuentos, se volvía inminente escribir más historias, de modo que entraron cuentos muy recientes. Y a mí me parecía que con la incorporación de inéditos, el libro se convierte en una especie de cronología, no solo con cosas pasadas, tenía que salir algo nuevo.

¿Por qué Hacia la extinción?

-Es el título de uno de los cuentos, pero me parece que define la atmosfera de soledad, de abandono, que experimentan muchos de los personajes, es una extensión de la identidad y subjetiva. Son personajes que viven en mi hábitat, esos personajes que abundan en Buenos Aires.

Leí una nota sobre el suicidio de una pareja en una habitación de un hotel en París, dejando una carta póstuma donde explicaban que tenían el su derecho a una “muerte dulce”, una coincidencia muy extraña con tu historia.

– Hay algo sobre natural cuando una ficción se encuentra con un hecho real, pero bueno, lo sobrenatural de ese suicidio amoroso reside en que, para los personajes no termina por ser un suicidio para ellos, porque lo que descubrieron en ese cuarto de hotel es que detrás de ese amor hay otras vidas, se encuentran con una verdad, en esa habitación en donde otros ya vivieron y tuvieron su historia de amor.

Abres este volumen con un cuento titulado El ocupante, una historia en donde un hijo lucha por desenmascarar a la persona que ha decidido imitar a su padre en todos los aspectos, este cuento surge en un sueño, pero, ¿es difícil plasmar los sueños?

– Surge en un sueño de hace tres años, yo soñé que iba por la calle y alguien me avisaba que había un especialista que se dedicó a estudiar a mi padre, y que ahora que ya no estaba él se hacía pasar por mi padre, entonces me interese en trabajar el tema de la sustitución, narrada desde el punto de vista del hijo, en su lucha por desenmascarar al impostor para reivindicarse como hijo. En este cuento quedan abiertas las interpretaciones, que es lo que hace un cuento, que el lector sospeche, hay que sembrar los indicios de otra manera, para que entre la ambigüedad.

¿Cómo te sientes al publicar en Almadía?

-Muy cómodo, el trato es sumamente humano, cuando lo que sucede en el mundo editorial el trato hacia el escritor es más indiferente, no hay diálogo, un libro para ellos es solo un número. Almadía es una editorial faro, en donde me siento más a gusto, a diferencia de publicar en alguna grande en donde la estructura empresarial limita la labor, en una editorial independiente los libros se sostienen de otra manera, y otra cosa importante es el diseño, son únicos y cualquier día se podría montar una exposición de todos los libros.

¿Cuáles son tus principales influencias?

-Hay muchos escritores, pero todos fueron mudando de tiempo, una especie de cronología literaria que empezaría con Borges, en mi segunda juventud podría ser Onetti, Cabrera Infante, y ahí termina la juventud supongo, ya estamos ahora en el umbral de la madurez a los 36 años, y podría hablar de escritores que me fascinaron como Mario Levrero o Sergio Santana.