Con más de un millón de libros vendidos en su natal Japón, tres ediciones en sólo 10 días en España y ventas millonarias en todos los países de habla hispana, “Los años de peregrinación del chico sin color” confirmó este año a Haruki Murakami como un autor de culto dentro y fuera de su país.

 

El libro dividió opiniones, pues mientras hubo quien lo catalogó como un retroceso o, en el mejor de los casos, un estancamiento de la literatura del oriental, para otros, fue la confirmación de un estilo capaz de combinar propuesta literaria y alto nivel de ventas.

 

“Los años de peregrinación del chico sin color” repitió, según sus editores, las altas ventas que tuvo su anterior novela en español “Baila, Baila, Baila”, pero Murakami volvió a ser derrotado en la entrega del Premio Nobel, ahora en poder de Alice Munro, considerada la reina del relato corto.

 

Ello no demerita, sin embargo, el éxito de un autor que ha encontrado en los personajes treintañeros, profesionistas en búsqueda tardía de sí mismos, un nicho probado que le ha dejado grandes dividendos en cuanto a popularidad se refiere.

 

Tsukuro Tazaki es el protagonista de esta nueva aventura, que aunque tiene menos saltos al territorio onírico que tanto gusta a Murakami, mantiene ese lazo de irrealidad que caracteriza sus historias.

 

Tazaki, quien es un ingeniero vinculado a la construcción de vías y estaciones férreas, ha encontrado en “Sara” un aliciente para “sentar cabeza” y “subirse a su propio tren”, pero sabe que para pensar en un futuro necesita dejar atrás el pasado.

 

Un pasado marcado por la decepción y la soledad que le provoca el rompimiento de una sólida amistad, cuando su grupo de amigos “llenos de color”, de pronto deja de serlo, ruptura que lo lleva incluso a pensar en el suicidio.

 

La historia comienza a viajar entre pasado y presente, recordando los años de adolescencia del protagonista, donde se halla la raíz de su soledad, de sus complejos de inferioridad y de su actual reticencia a formalizar un compromiso con “Sara”.

 

De pronto, al contarle a ella sobre aquellos años, descubre que siempre le ha pesado que su nombre no tenga implícito un color, pues ello lo ha llevado a menospreciarse y a considerarse a sí mismo como una persona gris, sin chiste y sin chispa.

 

Con características similares a las del redactor “freelance” todo terreno que protagonizó “Baila, baila, baila”, la de “El chico?” es una novela menos vertiginosa aunque también es contada al estilo “road movie”, y acompañada por una sutil banda sonora, ahora basada en “Los años de peregrinación”, de Franz Liszt.

 

La fórmula parece ser la misma que en “Baila, baila, baila” aunque el desenlace resulta ser más rosa de lo que el autor tiene acostumbrado a sus lectores.

 

El viaje físico es una metáfora del proceso de maduración por el que atraviesa Tazaki hasta convertirse en un hombre, que hasta entonces se había mantenido en la medianía para evitar volver a ser dañado.

 

Las notas de piano de Liszt lo van acompañando por distintos lugares, donde interactúa con los protagonistas de otras épocas y circunstancias, para, poco a poco, ajustar cuentas con su pasado y sólo entonces poder enfrentarse al presente.

 

Las apuestas seguirán corriendo el próximo año, cuando Murakami seguramente vuelva a ser postulado al máximo galardón que tiene la literatura en el mundo: Los Premios Nobel.