Decía Francis Fukuyama que los países con bajo nivel de confianza debían pagar “costos de transacción” más elevados para compensar ese bajo nivel. Con “costos de transacción” se refería también a un marco legal más complejo. La legislación electoral mexicana, por ejemplo, es sumamente compleja para poder compensar -sin poder hacerlo de manera efectiva- la falta de confianza entre los actores.

 

Entre estas complejas reglas, y ante el despilfarro de autoridades para promover su imagen, se prohibió que los políticos se autopromovieran si no es en el marco y con las reglas de una campaña electoral. La única ventanita que tienen es su informe de labores. Con estas reglas, lo mejor es buscar lagunas para no violar la ley.

Desde agua embotellada con el apellido del candidato simulando una marca, hasta la supuesta portada de revistas inexistentes, o la desbordada propaganda de revistas que nunca se promueven en carteleras, todo se vale.

 

La revista Cambio acaba de gastar en una publicidad inédita. Seguro que muchos ni siquiera sabían de su existencia o de su permanencia, pero el número 607 trae en la portada al gobernador más joven del país. Con cero espíritu crítico, el pasquín reproduce los boletines gubernamentales, publica imágenes del gobernador de Chiapas besando a una niña indígena o sosteniendo una guacamaya.

 

Una revista olvidada, de pronto, gracias a las aspiraciones presidenciales de un gobernador de ojos azules, casado con otra artista de Televisa, logra su mejor campaña publicitaria en más de 600 números quincenales. Salgo a la calle y miro publicidad en los puestos de periódicos, en paradas de autobús, en muebles publicitarios “mupis”, en espectaculares y vivo a 700 kilómetros de Chiapas. No tiene sentido.

 

¿De qué sirve a Chiapas una campaña de promoción personal de su gobernador? Menos que nada. Es un robo. Asqueroso robo. Pero es legal. Para qué queremos la ética si tenemos las lagunas legales. Hacemos leyes más detalladas para evitar este tipo de acciones y siempre se busca el agujero por el cual brincar la ley. No hay sanción moral que lo compense. Nuestro bajo nivel de confianza nos lleva a situaciones peores con cada nueva regulación. Todos los mexicanos deberíamos estar mirando con desprecio a Manuel Velasco y omitiendo, por razones obvias, su segundo apellido. Lamentablemente no ocurre así.

 

¿Quién está pagando la publicidad de la revista Cambio? Es probable que no sean directamente los recursos públicos, sino algo tan simple como un intercambio de favores. Algo difícil de investigar y documentar. Ahora ya conocemos todos al gobernador. Pero no tenemos manera de saber que lo fabricaron, que utilizaron las cuotas del Partido Verde para hacerlo diputado y senador en alianza con el PRI.

 

Podemos ver sus ojos azules, pero no podemos saber si compraron o cómo negociaron sus candidaturas a legislador y gobernador. Quién pompó esas cositas, quién pompó, cantaba Chico Che.

 

Nuestro sistema de reglas fortalece que las élites cerradas conserven el poder. Un simple mortal, como el lector o el articulista, no puede alzar la mano y decir Quiero ser alcalde, gobernador, jefe de gobierno o presidente, si no pasa por el camino perverso de promocionar una “Oficina de Enlace Legislativo” o aprovechar un puesto público para gestionar reportajes en la prensa y salir a decir “Soy Arquitecta de la Estrategia Digital” -que me disculpe la Señora Lagunes por tomarla de ejemplo.

 

Todos tenemos derecho a autopromovernos, pero no con recursos públicos, no con simulaciones en pasquines que abarroten las calles. Tenemos que aprender a mirar con desprecio a estos personajes que abusan de los cargos que obtienen y murmurar Tsssssss cada vez que los veamos. Sólo así revertiremos el estado de corrupción en el que se encuentra el país.

 

@GoberRemes