Para muchas personas en todo el mundo, era algo ilógico: la principal potencia mundial con un gobierno paralizado. La gran democracia del mundo y defensora de las libertades individuales, acusada de espiar a sus propios ciudadanos y a gobiernos extranjeros. El gigante militar del mundo amenazando con usar la fuerza en respuesta al uso de armas químicas, pero luego retractándose.
En cierta ocasión la ex secretaria de Estado Madeleine Albright calificó a Estados Unidos como “la nación indispensable”. Pero para muchos observadores en el extranjero, la imagen de Estados Unidos como líder necesario e inexorable parecía un tanto obsoleta.
En lugar de ello, a los ojos de muchas personas en el mundo, Estados Unidos parecía a la deriva, confundida y hasta engañosa. Fue algo inquietante para un mundo acostumbrado a que cuando Estados Unidos estornuda, el mundo entero se resfría.
El escándalo sobre el espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional y el cierre del gobierno crearon una imagen contradictoria de Estados Unidos: fuerte y belicoso hacia los demás, pero cobarde y débil a lo interno.
“Es como un gigante con pies de arcilla”, opinó Julie Simonsen, una estudiante universitaria en Dinamarca.
Otros recuerdan otra época.
“Cuando yo era pequeño, Estados Unidos era el país de ensueño. Era un país que admirábamos como ejemplo a seguir”, expresó Chieko Kotani, un trabajador del sector de turismo, de 51 años en Tokio. “Sin embargo, en este año pasado, creo que el status de Estados Unidos en la comunidad internacional ha declinado. Me parece que ha perdido su liderazgo un poco”.
No es que todo el mundo odie a Estados Unidos. Mucha gente aún anhela con emigrar allá. En todo el planeta, hay gente que alaba los avances tecnológicos de Estados Unidos, su espíritu de solidaridad y sus ideales democráticos.
Los surcoreanos, por ejemplo, estaban encantados cuando el presidente Barack Obama estuvo en San Francisco y al verse abucheado por un miembro del público, pidió que no lo sacaran sino que dejaran que se quede.
“Ojalá tuviéramos nosotros esa clase de presidente, que escucha las opiniones de la minoría”, declaró Kim Jin-hwan, un panadero de 32 años en Seúl. “Me dio mucha envidia”.
El debate sobre el dominio global no es nada nuevo. China ha estado compitiendo con Estados Unidos desde hace bastante tiempo. Y es natural que el péndulo del poder geopolítico cambie de tanto en tanto. Al fin y al cabo, hay que recordar que Estados Unidos fue por mucho tiempo un país aislacionista. No fue sino hasta la Primera Guerra Mundial que el entonces presidente Woodrow Wilson argumentó que la participación de Estados Unidos en el conflicto era necesario para la paz mundial, y no fue sino hasta la Segunda Guerra Mundial, especialmente tras el bombardeo japonés a Pearl Harbor, que la opinión pública estadunidense se volcó a favor de involucrarse.
Estados Unidos emergió de esa guerra convertido en una potencia económica y militar, un país que encabezó la creación de las Naciones Unidas y que fue el principal factor en la reconstrucción de Japón y Alemania.
En tiempos recientes, sin embargo, hay indicios de que los estadunidenses nuevamente prefieren ocuparse de sus asuntos internos. Según una encuesta del Centro de Investigaciones Pew, la mayoría de los estadunidenses opinan que la influencia de su país a nivel internacional está disminuyendo. El sondeo, realizado en conjunto con el Council on Foreign Relations, halló además que sólo el 17% de los estadunidenses cree que su país desempeña un rol mayor en el mundo comparado con hace 10 años; más de la mitad opinó que hoy en día es menos importante y menos poderoso.
El tema del poder de Washington a nivel internacional fue particularmente debatido en los días en que el gobierno estadunidense quedó paralizado durante 16 días por un desacuerdo en el Congreso sobre la reforma del sistema de salud. La oposición republicana había amenazado con negarse a aprobar el presupuesto a menos que sea derogada la reforma. Los demócratas rechazaron la exigencia. Como resultado, unos 800.000 empleados públicos tuvieron que separarse de sus cargos temporalmente.
Alrededor del mundo, sonaron las voces de alarma.
“¡Jefferson, despierta, los estadunidenses se han vuelto locos!” decía el titular del diario francés Le Monde.
“Una superpotencia se ha autoparalizado”, dijo la revista alemana Der Spiegel. En las Filipinas, el secretario de Finanzas César Purísima calificó el hecho como “sumamente desafortunado para el resto del mundo”.
En Australia, donde la gente tiene servicio de salud gratuito, el drama fue seguido con gran confusión. ¿Cómo es posible que el país más poderoso del mundo quede paralizado por un desacuerdo sobre la atención médico, algo que para muchas personas, es un derecho elemental?
“Quedé totalmente asombrada cuando los extremistas de derecha del Tea Party llegaron a cerrar al gobierno por su posición inflexible sobre la reforma de la salud”, declaró Rachael Vincent, empleada de una asociación sin fines de lucro en Sydney.
Por otra parte, otros interpretaron el hecho de que Estados Unidos no cayó en el caos como prueba de la solidez del sistema norteamericano.
Chris Capitis, de 28 años y quien trabaja en un restaurante de la cadena T.G.I. Friday’s en Manila, Filipinas, dice que la cultura estadunidense se propala por el mundo y por lo tanto garantiza que la influencia perdurará.
“Cuando uno enciende la televisión, uno ve cultura estadunidense. Cuando uno se conecta a la internet, los cibersitios son estadunidenses. La música que uno escucha, las películas que uno ve, la comida que uno come. Son cosas que perduran”, dijo Capitis.
Para Paul Bailey, músico y escritor australiano, el mundo siempre necesitará a los Estados Unidos de América. Quizás no con las políticas confusas de la actualidad, pero como una fuente de inspiración.
“No veo muchas esperanzas para Estados Unidos hoy en día”, dice Bailey, “Pero veo muchas menos esperanzas para el mundo sin ellos”.