Eran casi la una de la mañana del primero de enero de 1994, un llamado urgente del gobernador de Chiapas, Elmar Setzer Marseille, despertó entonces a todos en la Presidencia de la República, en el Ejército, la Secretaría de Gobernación y Cisen. Todos apenas se enteraban: hace poco más de una hora, de forma simultánea cinco cabeceras municipales fueron tomadas por un grupo armado, hay policías municipales muertos y heridos. Han declarado la guerra al gobierno.
Enfurecido, el presidente Carlos Salinas ordenó a las Fuerzas Armadas y al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), acumular toda la información sobre lo que ocurría, contener el ataque y hacer “lo que fuera necesario”.
Pero sólo hubo que sacar los tres informes que el Cisen había entregado al presidente y al gabinete de Seguridad, entre mayo y noviembre de 1993, con detalles precisos sobre los orígenes, operaciones y capacidades de ese grupo subversivo llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). El último documento incluía un párrafo, en el que se alertaba que en enero el grupo guerrillero planeaba actuar, no había fecha precisa, solamente el mes.
Pero esos documentos habían sido desestimados por el presidente Salinas, quien incluso ordenó que algunas de sus partes fueran matizadas, porque a pesar de la existencia de este grupo, su capacidad operativa y zona de influencia no los convertía en un problema de seguridad nacional y, en cambio, el reconocer su existencia y actuar en su contra podría empañar las negociaciones y entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC).
La omisión del gobierno, irrumpir el mismo día de la entrada en vigor del TLC y la estrategia diseñada por el EZLN, particularmente el subcomandante Marcos, convertiría la movilización indígena en uno de los más importantes temas de la agenda nacional durante los siguientes siete años y atraparía la atención mundial.
A partir de los testimonios de funcionarios y ex funcionarios que de forma directa o indirecta participaron en las investigaciones contra el EZLN y en los ataques militares en su contra, recabados por 24 Horas, así como notas periodísticas de los últimos 34 años, además de las referencias bibliográficas de Carlos Tello y Jorge Luis Sierra, permiten confirmar que el grupo guerrillero fue infiltrado desde 1980 y se conocía, a detalle, sus operaciones, capacidad bélica, zonas de influencia y operaciones en Tabasco, Puebla y Chiapas, a los órganos de inteligencia civiles y militares sólo les faltó conocer la fecha exacta de la irrupción pública zapatista y la verdadera identidad del Subcomandante Marcos, lo que lograrían hasta febrero de 1995: Sebastián Guillén Vicente.