Las Vegas. De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda convertir en “inteligentes” las cosas mundanas, un tendencia de lo “smart” que se impone ya en el hogar y cuya última frontera es colonizar el ámbito más privado de las personas, su propio cuerpo.

 

Los sensores, cada vez más pequeños y baratos, son el elemento clave de esa visión del sector tecnológico que ambiciona una sociedad en la que todo esté conectado a internet ya sea para que la nevera notifique que se acabó la leche o para que un aparatito le pida al usuario que se levante del sofá para ir al gimnasio.

 

La feria CES de la electrónica que se celebra esta semana en Las Vegas es un escaparate del florecimiento de este negocio al que aún le queda mucho camino por recorrer, en especial cuando se trata de convencer a la gente para que se ponga relojes, brazaletes, gafas y ropa destinados a recabar información sobre sus actividades.

 

Según datos de la Consumer Electronics Association (CEA), en 2014 las ventas de esos sistemas rebasarán por primera vez los mil  millones de dólares en Estados Unidos, una cifra que supone solamente el 0.55 % del negocio de esta industria en el país.

 

Aunque los ingresos se incrementan año a año, el ritmo de crecimiento ha caído y se ha estabilizado en torno a un 30 %, después del “boom” experimentado entre 2011 y 2012, cuando proliferó la adopción de estos sistemas entre los fanáticos de las nuevas tecnologías.

 

“Aún estamos en una fase primitiva”, explicó el analista de CEA, Kevin Tillman, que achaca a la funcionalidad limitada de los dispositivos el hecho de que aún no sean un fenómeno de masas.

 

Si algo ha cuajado son los sensores que miden el ejercicio físico. Actualmente existe una miríada de productos que se disputan la atención de los aficionados al deporte y que ofrecen prestaciones parecidas: registran la distancia recorrida y estiman las calorías quemadas, algunos también contabilizan el ritmo cardíaco y el sueño.

 

Nike, Polar, Garmin, Sony, LG tienen sus modelos de pulseras “inteligentes” para ese fin, aunque empresas especializadas como Fitbug, Fitbit, FitLinxx, Jaybird, entre otras, son una dura competencia en ese mercado donde lo que prima, por el momento, es la utilidad.

 

Dos factores se barruntan críticos para que estos productos pasen de ser uno más en el sector a tomar protagonismo, según se desprendió de varias conferencias celebradas en CES en torno a la informática de vestir.

 

Primero, una evolución técnica que mejore la autonomía de las baterías al tiempo que amplíe los usos de esos aparatos, que en su mayoría funcionan como periféricos de un teléfono inteligente, para que en lugar de ser un añadido reemplacen a otros objetos de la vida cotidiana, como una cartera.

 

“La gente no está deseando ponerse un sensor encima. Si vamos a pedirle que lo haga, tenemos que hacer que ofrezca algo esencial”, comentó Jef Holove, consejero delegado de Basis Science, compañía que comercializa relojes que detectan la actividad física.

 

Segundo, el diseño. Quedó demostrado en CES que los ejecutivos del sector no se ponen de acuerdo sobre qué dirección tomar cuando se trata de abordar la cuestión estética.

 

Los hay quienes abogan por eliminar el sensor de la vista, como Heapsylon, financiada con capital español (Startcaps Ventures), y su innovadora línea de calcetines y camisetas deportivas que saldrán a la venta este mes y que miden el ejercicio físico sin necesidad de tener un “smartphone” encima.

 

Están también los que ven en la moda el gancho comercial, como Netatmo y su brazalete-broche con aspecto de joya, June, con diseño de Camille Toupet, cuyo trabajo está detrás de firmas como Louis Vuitton, que sirve para detectar la exposición diaria al sol de quien lo lleva.

 

“Esta pensado para seducir a la mujer que no le gusta tener mucha tecnología”, dijo su portavoz Raphaëlle Raymond, que señaló otra deficiencia actual de la informática de vestir. El bajo atractivo que tiene para el consumidor femenino que es, por otra parte, el motor del lucrativo sector de la moda.

 

El perfil de usuario medio en EU de los dispositivos que registran la actividad física es un varón de entre 25 y 34 años, con alto poder adquisitivo, si bien el deseo de poseer uno existe al 50 % entre hombres y mujeres, según encuestas de CEA.

 

Basta constatar que habitualmente son brazos de hombre los que se utilizan para las imágenes promocionales de los relojes inteligentes, productos que, por otra parte, aún generan “confusión”, dijo Tillman: “La gente no tiene muy claro para qué sirven. Se perciben como innecesarios”.

 

Paralelamente se desarrolla otra rama de negocio centrada en servicios de salud, donde ya proliferan empresas como iHealth que comercializan medidores de tensión portátiles o sensores para diabéticos.