El estudiante de psicología de la UNAM, Jesús Martín Contreras, se tituló como psicólogo en la cárcel, gracias a su tesina: Efectos psicológicos y simbólicos de la pena en prisión.

 

Durante 12 meses, en su celda del Reclusorio Preventivo Varonil Norte de la Ciudad de México, redactó a mano lo que sería su tesina bajo una noción que ya intuía, pero aún no sustentaba teóricamente: “los objetivos de la pena carcelaria no se cumplen y sería deseable pensar en otras opciones”.

 

Con apoyo de familiares y profesores reunió material para argumentar en favor de su conclusión.

 

En un comunicado, explicó que “se dice que el objetivo del confinamiento forzado es que a su término el recluso se reintegre a la comunidad, pero hay una tendencia al recrudecimiento de las sanciones y ya se mencionan penas de hasta 60 años, lo que nos lleva a una contradicción ideológica porque, con esos lapsos, ¿cómo sería un fin la readaptación social?”.

 

En 2005, a una semana de concluir sus estudios en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala, se suscitó el problema legal que llevó a Jesús a la cárcel. “Mis perspectivas cambiaron de pronto -como pasa con cualquiera en una situación similar-, a tal grado que la posibilidad de titularme pareció diluirse.

 

“Aunque parezca obviedad -relató el joven- estar en un reclusorio te obliga a recorrer una y otra vez los mismos lugares y a enterarte, tarde o temprano, de lo que pasa al interior de esos muros. No fue de manera inmediata, pero con el tiempo supe de la posibilidad de obtener la licenciatura, incluso desde la reclusión e investigué qué debía hacer para eso”.

 

Proyecto UNAM es una iniciativa de colaboración entre el Gobierno del Distrito Federal y la Universidad Nacional que facilita la obtención de grado a universitarios en prisión que ya terminaron sus créditos.

 

“Los eventos que me trajeron aquí pasaron a días de concluir la última clase, así que no pude presentar el examen final. Por ello, en el conteo final de créditos adeudaba una materia, pero se me permitió acabarla aquí; afortunadamente era teórica. Lo demás fue redactar mi tesina”.

 

Para Jesús este proceso implicó un doble aprendizaje, el de armar un texto con aparato teórico y metodológico estricto y el de hacerlo con material limitado, a la antigua usanza, es decir, sin ayuda de ordenadores ni Internet.

 

“Sólo al final se me permitió una computadora para hacer la transcripción de apuntes. Antes, todo el trabajo lo elaboré en un cuaderno con un bolígrafo, a partir de reflexionar sobre mi experiencia”.

 

Antes de empezar su tesina, Jesús estaba convencido de que algo no funciona bien el sistema carcelario y al concluirla su opinión no es muy diferente.

 

“Evidentemente es poco efectivo, falto de imaginación y debería inclinarse por mejores opciones, como la retribución del daño y apoyo psicológico oportuno. Si las autoridades se dieran la oportunidad de explorar estas alternativas los resultados serían muy diferentes”.

 

El joven comentó que estos años han resultado difíciles, pero llevaderos gracias a la presencia constante de su familia.

 

“Me han permitido mantener ese contacto humano y cálido que suele perderse en la reclusión. Yo, por mi parte, he aprovechado este lapso para examinarme y plasmar lo que siento y pienso en este trabajo, del que he concluido que no es suficiente luchar por objetivos justos, hay que hacerlo con métodos correctos. Espero que mi esfuerzo abone en esa ruta”, dijo.