Tal parece que la emoción política es la piel de Ernesto Cordero; su sentimiento de que algo huele mal en la avenida Coyoacán (sede del PAN) se traduce en una palabra: indignación. “No hay que perder la capacidad de indignación” por lo que ocurre en, lo que parece, “una pista lodosa”, menciona el senador, emocionado y con el rostro serio, desde la oficina número seis del sexto piso del edificio ya emblemático de la avenida Paseo de la Reforma.
La referencia que brota de su sentimiento de indignación se bifurca entre la extraña cercanía entre Gustavo Madero, dirigente de su partido, con el gobierno federal y el espionaje del que fue víctima el propio Cordero, por lo menos, durante una conversación telefónica con el diputado panista Fernando Rodríguez Doval.
Cordero Arroyo asegura que el presidente del PAN “parece preocuparse por aplaudir al gobierno federal”, dejando a un lado los principios fundacionales del partido que han servido como basamento: uno de ellos, menciona Cordero, ser un “referente de honestidad”. El eje central de este acercamiento de Gustavo Madero con el gobierno federal lo revela el debilitamiento del partido. Cordero menciona que “hay que poner de pie a Acción Nacional”; Cordero lo conceptualiza (al partido) sobre el suelo. Débil por simbiótico con las líneas naturales que le marca el gobierno emanado del tricolor. El senador traduce los aplausos de Madero en un elemento que facilita la incompetencia. “Hay que volver competitivo al PAN”, retoca el preámbulo de la pregunta que le plantea 24 HORAS: En el escenario de que gane la presidencia del partido, ¿qué sería lo primero en hacer?”. Sin vacilar, responde que el partido “debe de estar cercano a la sociedad”; la extraña cercanía con Los Pinos lo ha debilitado, “tiene que ser competitivo”.
De la referencia sobre la escasa competencia que propone el PAN al gobierno priista surge la pregunta cuya respuesta Cordero traduce al lenguaje futbolero: “La cancha no está pareja”. Se refiere a las asimetrías logísticas en una competencia entre un presidente del partido que intenta reelegirse y un contendiente que no tiene el control de máquinas. Menciona el control que tiene Madero sobre el padrón de panistas y, sobre todo, de las externalidades positivas que se le presentan al dirigente de su partido al “estar muy cerca del poder (Ejecutivo)”.
Para nivelar la cancha se requiere mayor fuerza. ¿Podría concretarse el escenario en el que usted y Josefina Vázquez Mota vayan juntos por la presidencia del partido? Al buen entendedor las palabras no son necesarias. Cordero se relaja. Ya no hay la tensión que le provocan los aplausos. El senador afirma que con Josefina “existen más coincidencias que diferencias”. ¿Entonces la suma de Josefina le traería positivos a su candidatura? Responde que Vázquez Mota tiene “un liderazgo importante” y comparte “su visión” de manera “plena”. Ambos se conocen desde años atrás; ambos ocuparon la misma oficina del edificio que se encuentra ubicado en contra esquina del Senado. El número 116 de avenida Paseo de la Reforma y que hoy ocupa Rosario Robles, la Sedesol. Los destinos de ambos, al parecer, se mueven de manera pendular. Finalmente, ambos contendieron por la candidatura presidencial del PAN en el 2012. No ha pasado mucho tiempo. Al parecer, no volverán a competir por la misma silla, al menos, durante 2014.
En esta primera parte de la entrevista, la conclusión es que de la ruta emocional que toman las palabras de Cordero derivan en la racionalidad: con mirada sin movimiento y rostro que parece también paralizado, Cordero es enfático en justificar la debilidad del partido debido a los aplausos de su dirigente al gobierno federal, y por la cancha desnivelada que no permite la competencia simétrica entre presidente y retador. Y, otra vez, la palabra dignidad se escucha en una oficina angosta pero profunda.
La otra ruta que ha debilitado al PAN, en palabras de Cordero, es la que subyace en el espionaje del que él, junto a Rodríguez Doval, fueron víctimas.
Más allá del lenguaje cotidiano, que casi siempre se vehiculiza también por las emociones, o del desenfado que obsequia la privacidad, la conversación entre Fernando Rodríguez Doval y Ernesto Cordero, interceptada por una tercera persona, revela lo que parece ser ampliamente conocido hacia el interior de la bancada panista de San Lázaro: la discrecionalidad en la entrega de presupuesto a los municipios gestionados por alcaldes a cambio de una rebanada o comisión. Cordero declara a 24 HORAS que el tema de los moches “ahí está, no es secreto”. Un secretario de Hacienda conoce que detrás de cada peso público se encuentra una política pública. Pero un político, al parecer, no siempre aplica las políticas públicas en la distribución del presupuesto. Entre 22 y 24 millones de pesos, los diputados etiquetaron sus respectivos destinos de manera discrecional. Demasiada sombra al frente y detrás de la discrecionalidad. De ahí que Cordero regrese al circunloquio de adjetivos sinónimos de “dignidad”: “Necesitamos de un PAN responsable, digno y cercano a la gente. Necesitamos levantar al PAN”.
¿Cree que podrá ganar a pesar del escenario adverso que ha esbozado? Cordero rompe con su rictus de seriedad? “Hay entusiasmo en el movimiento para regresar al PAN la credibilidad; para que la gente vuelva a creer en él”.
¿Cómo sería su relación con el Gobierno Federal en caso de que usted sea presidente del partido? “Se nutrirá de ideas y de convicciones irreductibles”.
Y sí, la emoción política de Ernesto Cordero no mengua a la que tuvo él mismo hace 23 años, momento en el que, desde el Consejo de Alumnos del ITAM, logró concretar los sueños de la victoria. Esa victoria que compartió, también, con el equipo Complejos, en la cancha de futbol.
La variable compleja para Cordero, en 2014, se llama Gustavo Madero. “Pero hay ánimo de mi parte y simpatía (entre panistas) por el movimiento (que él encabeza)”.
“Necesitamos de un PAN responsable, digno y cercano a la gente. Necesitamos levantar al PAN (…) Hay entusiasmo en el movimiento para regresar al PAN la credibilidad; para que la gente vuelva a creer en él”.