BUENOS AIRES. Argentina despide con tres días de duelo nacional a uno de los grandes escritores de las letras hispanas, Juan Gelman, el poeta del dolor y el compromiso, fallecido el martes a los 83 años en la Ciudad de México.

 

Luchador incansable contra el olvido e inventor de palabras, la muerte de Gelman deja un vacío insustituible en la poesía argentina, que le tiene como el más reconocido de los integrantes de la llamada “Generación de los 60” tras la publicación de “Violín y otras cuestiones” (1956), su primera obra y una de las más emblemáticas.

 

“Miente la muerte cuando dice que Juan Gelman ya no está. El sigue vivo en todos los que lo quisimos, en todos los que lo leímos, en todos los que en su voz hemos escuchado nuestros más profundos adentros”, señalaba hoy el escritor uruguayo Eduardo Galeano en la portada del diario Página 12.

 

“Nunca encontraremos palabras que expresen nuestra gratitud al hombre que fue muchos, al que fue nosotros y nosotros seguirá siendo en las palabras que nos dejó”, concluyó.

 

“¿Qué escribiría mañana Gelman en el pirulo de tapa de Página/12 de Juan mismo? ¿Qué escribirías?”, se preguntaba el dibujante Rep, autor del emotivo homenaje que Página 12 rinde en su primera página al escritor.

 

“Nuestro mejor poeta, el luchador, el militante, el amigo de las causas perdidas, el tanguero, el fumador, el amador, el que dibujé tantas veces, el que seguiré dibujando” agrega Rep.

 

Sus amigos recordaron al poeta como un hombre vital y con un profundo sentido del humor hasta que la dictadura militar argentina (1976-1983) truncó su vida con la desaparición de sus hijos, Ariel y Nora, y de su nuera, Claudia, embarazada de siete meses.

 

Desde entonces, “deshijándote mucho/deshijándome”, como escribió en 1980 para reflejar el dolor de la pérdida, volcó su vida en la búsqueda de su nieta, hoy Macarena Gelman.

 

“Puedo sentirlo, soy abuelo”, dijo el 31 de marzo de 2000, cuando le comunicaron que su nieta vivía bajo una identidad falsa con la familia de un policía uruguayo.

 

La tragedia marcó una extensa obra -más de treinta títulos- que el escritor argentino Horacio González definía hoy como “un canto general al amor desgarrado”.

 

Gelman, agregó, no fue autor de “grandes palacios poéticos” sino de “pequeñas criaturas sufrientes” y “una persona, en su trato personal y en su estilo poético, de gran ternura, pero en un mundo despedazado”.

 

“Tenía el toque del barrio” pero también “de la gran literatura argentina”, agregó González sobre el autor de “Gotan”, que comenzó a escribir poesía a los 8 años y envió sus textos a la revista Rojo y Negro, de tendencia libertaria.

 

En plena adolescencia ingresó en la Federación Juvenil Comunista y pronto se sumó al grupo de poesía Pan Duro, integrado por jóvenes comunistas, paso previo a su acercamiento a las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros, de los que se distanciaría años después.

 

Su militancia le condujo a un exilio definitivo en 1975 -un “trastierro” como él lo definía- que terminó en Ciudad de México, donde se afincó a finales de los 80 y desde donde emprendió la búsqueda incansable de sus hijos desaparecidos y de su nieta.

 

“Su propia vida es un poema comprometido”, sostuvo el secretario de Cultura argentino, Jorge Coscia, para quien su obra “demuestra una relación profunda entre capacidad creativa, poesía, literatura y compromiso”.

 

“Ahí se va Juan, a alguna reunión con Rodolfo (Walsh) y otros tantos compañeros. Allá se va Juan, a contarles a los 30.000 (desaparecidos durante la dictadura) que pudo encontrar a su nieta Macarena”, señaló la agrupación de derechos humanos H.I.J.O.S.

 

Le faltó recibir el Nobel, pero fue distinguido con algunos de los premios más importantes en castellano, como el Cervantes (2007) y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y “nunca se anquilosó, ni acomodó, cuanto más lo premiaban más áspera y desafiante se volvía su poesía, cada vez buscaba más lejos y más hondo”, recordó su discípulo Daniel Freidemberg.

 

“Su obra es una especie de Guernica hablado que nos quedará como un legado esta gran obra y este gran ejemplo de vida”, en palabras de Jorge Boccanera, que le acompañó en su última visita a Buenos Aires, el pasado agosto, para presentar “Hoy”, una recopilación de sus reflexiones.

 

El poeta que eligió la palabra “boludo” (tonto) como la más representativa para los hablantes argentinos dejo escrito su epitafio en su primer libro: “Quise o no quise/ Pero a veces me quisieron/ También a mí me alegraban: la primavera, las manos juntas, lo feliz”.

 

“Aquí yace un pájaro. Una flor. Un violín”, concluye “Epitafio”, primer poema de “Violín y otras cuestiones”.