En algún momento de American Hustle (O. Russell, 2013), séptimo largometraje del norteamericano David O. Russell, el estafador profesional Irving Rosenfeld (Christian Bale con peluca y prominente panza) lleva al agente del FBI Richie DiMaso (Bradley Cooper, insoportable as usual) a un museo y le muestra un Rembrandt que está en exhibición. “No es real” le espeta Irving a un incrédulo Richie, “la copia es tan buena que resulta original para todos”. Irving hace entonces una pregunta clave: “¿quién es el maestro?, ¿el autor o el que lo falsifica?”.
Esa escena probablemente sea el momento más honesto de esta cinta. Una confesión de parte donde pareciera que el mismo director, haciendo gala de egolatría absoluta, acepta que esto no sólo es una vil copia sino que lo ha hecho tan bien que debería ser reconocido como un maestro.
¿A quién copia O. Russell? Sólo hay que ver los primeros 10 minutos de película para saberlo: cortes rápidos, diálogos con voz en off, una trama basada en un hecho real, criminales y policías como protagonistas, frases que pretenden ser memorables y una banda sonora compuesta con éxitos de los años 70’s.
American Hustle busca desesperadamente ser Goodfellas (Scorsese, 1990), Casino (Scorsese,2006) o Boogie Nights (Anderson, 1997), pero apenas alcanza a ser una copia pobre, una cinta que entre la disyuntiva de ensuciarse en su propia temática y ser una simple fiesta de disfraces, opta por lo segundo dado que lo primero requeriría un poco más de entrañas, habilidad y talento, amén que lo segundo es más complaciente con “el gran público”, aquel que asegura buena taquilla y muchos premios.
Basada en el llamado “Escándalo ABSCAM”, en el que varios servidores públicos fueron arrestados gracias a una operación ideada por estafadores que trabajaban bajo amenaza con el FBI, tenemos al ya mencionado Irving Rosenfeld, timador profesional que junto su sexy pareja, Sydney Prosser (Amy Adams, casi siempre de escote y sin sujetador, a pesar del frío) timan a gente con problemas económicos mediante préstamos fantasma.
El negocio va bien hasta que aparece Richie DiMaso (Bradley Cooper), ambicioso agente del FBI que atrapa a la pareja obligándolos a colaborar en la captura de más estafadores. ¡Ah!, y por ahí anda Jennifer Lawrence haciendo el papel de demente pero curvilínea (otro amplio escote) esposa de Irving; un papel hecho para el lucimiento de la actriz.
O. Russel es un director de momentos y algunos le salen bastante bien: la entrada de Cooper y Adams entre una nube de humo al ritmo de “Goodbye Yellow Brick Road” de Elton John; el baile frenético de Lawrence cantando “Live and Let Die” de McCartney, o incluso el cameo de Robert DeNiro. Pero esos momentos no bastan para hacer una película. El tono nunca es claro, la obvia insistencia en resaltar el vestido y peinado de todos los actores en contraste con la supuesta seriedad y trascendencia de la trama hacen dudar sobre si estamos en una comedia, una farsa, un thriller policiaco o ninguna de las anteriores.
Pero tal vez lo que más enoja es la superficialidad del asunto. Timorato ante la posibilidad de mancharse las manos, O. Russell hace caricaturas de sus personajes antes de arriesgarse por ser consecuente: una historia sobre criminales, basada en hechos reales, donde no hay sangre, peligro, violencia o profundidad alguna. Esto no es más que una fiesta de disfraces aderezada con un final feliz.
La cinta ha alcanzado 10 nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película y mejor director. Su triunfo absoluto en la siguiente entrega parece irremediable. Como bien dice Irving frente al Rembrandt falso: “la gente cree lo que quiere creer”.
American Hustle (Dir. David O. Russell)
2 de 5 estrellas.