La línea de flotación en Michoacán se encuentra en cambio constante. En unos días cambió de la confrontación entre dos grupos beligerantes al margen de la ley (las autodefensas y Los Caballeros Templarios), al choque entre una fuerza beligerante (autodefensas) y fuerzas federales, a un impasse tenso entre estas dos partes que se encuentran en la negociación para el desarme, a la fase actual de repliegue de las milicias del narcotráfico que comenzaron a ejecutar acciones tipo push-and-pull (golpear y retirarse), que corresponden a una táctica guerrillera, no al modus operandi tradicional del narcotráfico.
Hasta ahora se han realizado cuatro ataques: a dos puentes en la entrada a Apatzingán y la que lleva a Parácuaro, a una farmacia a dos cuadras del Palacio Municipal de Apatzingán, y un ataque relámpago a instalaciones de la PGR en esa ciudad. Los dos primeros responden a una lógica militar de destruir caminos para obstaculizar el avance terrestre de enemigos, mientras que los restantes se inscriben en una acción militar propagandística, para minar la credibilidad del gobierno federal y restar legitimidad a la estrategia policial-militar en Michoacán. El objetivo con estas tácticas es mostrar que pese a la presencia de fuerzas federales, las milicias del narcotráfico siguen operando y que la promesa de restaurar la paz en Tierra Caliente es endeble y puede ser derrotada.
Las primeras reacciones en Apatzingán son negativas para el gobierno federal, lo que comprueba de entrada la eficacia de las acciones quirúrgicas del narcotráfico. “Apatzingán está desde el viernes pasado hundido en el miedo y la zozobra”, dijo el miércoles el obispo Miguel Ángel Patiño. “Les pedimos a los políticos, al gobierno y al secretario de Gobernación que den a los pueblos de nuestra región signos claros de que en realidad quieren parar la máquina asesina”. Son climas de incertidumbre generados por la construcción de percepciones de indefensión. Hechos, como los ataques, y difusión de amenazas, como la de incendiar la Catedral y los mercados públicos, que detonan rumores y causan ansiedad.
El nuevo comisionado federal para la seguridad y el desarrollo en Michoacán, Alfredo Castillo, tendrá que ampliar la estrategia para restaurar el orden, la paz y la tranquilidad a los michoacanos. Lo que haga debe estar basado en la generación de certeza, para lo que diseñó una nueva estrategia adicional al desarme de las autodefensas y enfatiza el ataque a narcotraficantes. El problema de lo que planteó horas después de haber sido nombrado este miércoles, es que las categorías de análisis que mostró atienden a la realidad hasta el lunes. Las autodefensas no han modificado sus métodos de lucha, pero Los Templarios los reorientaron a tácticas de guerra de guerrillas.
No es algo nuevo en ellos. En julio pasado combatieron por más de 18 horas a la Policía Federal, a la que atrapó en seis trampas en Tierra Caliente. El Consejo de Seguridad Nacional informó que fueron “ataques planeados con anticipación, en los que participaron individuos con armas largas ocultos en los cerros, además del bloqueo de carreteras con autobuses y otras unidades”. Una lectura entre líneas del parte reveló la magnitud de la operación de la narcoguerrilla. En este mismo espacio días después se sugirió que las narco milicias sabían por dónde iban a circular los convoyes federales, al tener acceso a información de inteligencia. El bloqueo a las carreteras para evitar que hubiera un pronto respaldo, que se dio en paralelo, les dio el tiempo suficiente para atacarlos secuencialmente y para replegarse, recuperar a sus muertos y ayudar a sus heridos.
Castillo y las fuerzas federales enfrentan el desdoblamiento de las estrategias templarias que implica nuevos desafíos. Hasta ahora no se ha vislumbrado públicamente el plan para enfrentar a un grupo criminal que utiliza tácticas guerrilleras. Si no lo han pensado, deben hacerlo rápidamente. Desacreditar al Ejército y minar la acción del gobierno es el primer paso. Si les restan legitimidad, como consecuencia rompen el consenso sobre la estrategia. Castillo enfrenta este dilema. Si no neutraliza la nueva estrategia templaria, los golpes quirúrgicos y propagandísticos irán creando la idea de que no importa la fuerza, no los han aniquilado y la victoria que prometió, en el mejor de los casos, nunca será plena y estará vestida siempre de derrota.