Las marcas transfieren emociones, de ahí la importancia de la publicidad, la gran fábrica de identidades.

 

Hubo una época en la que la marca Davos transfería globalidad y liderazgo a los asistentes. Si las pasarelas de París proyectan tendencias de moda, Davos proyectaba a la globalización como un fenómeno de moda, en particular, como el fenómeno de la despolitización de la globalización gracias al imperio del sector tecnológico. En efecto, los poderes económico y mediático tienen varios lustros que destronaron a los reyes políticos. Subyugada por el mundo de la innovación tecnológica y por el fin de las ideologías, la clase política se ha convertido en un grupo de células atacadas por diversos organismos patológicos.

 

Al finalizar el siglo pasado el verdadero rey del futuro se llamó Steve Jobs, el auténtico dictador de la felicidad. Nos obligó a subirnos a sus plataformas para atestiguar la revolución de la comunicación. Los placeres derivados de la tecnología transfirieron rasgos de personalidad a la sociedad global, de ahí que Davos cobrara importancia: el mundo enredado de fibra óptica y desenredado de ideologías políticas se traducía en una enorme área de oportunidad para los corporativos globales. Festín económico.

 

Sin embargo, de manera simultánea, en el mundo tangible el sector hipotecario en Estados Unidos y Europa comenzaba a recibir ataques especulativos donde los precios ya no reflejaban el comportamiento de las curvas de oferta y demanda; varias manos lo intervinieron, entre ellos, por supuesto, el sector bancario.

 

En Davos nada cambiaba, pero las sonrisas y las buenas palabras provocaron la mutación del Foro Económico en una especie de secta creacionista: un ser divino crea a los davonianos para asegurar la existencia de la felicidad.

 

Dos ejemplos demuestran que las proyecciones en Davos no siempre son acertadas.

 

Desde ediciones pasadas, en el Foro Económico comenzaba a filtrarse el tema fiscal del sector tecnológico. Apple, Amazon, Google, Facebook, eBay, Microsoft y Yahoo (el cártel de las siete jugueterías, C-7G) han generado un cuarto de máquinas fiscales aterciopeladoramente semidelicuencial. En el Foro Económico del año pasado los asistentes se sorprendieron de la existencia de esta anomalía. Prometieron reflexionar sin ofrecer vínculos constitucionales. El Banco Mundial y el Foro Monetario Internacional, también se preocuparon. Pero una preocupación no se resuelve con atractivas fotos del hospital en Davos.

 

Presentar pérdidas al fisco local se ha convertido en una costumbre. Por ejemplo, en España, el cártel de las siete jugueterías pagó, en su conjunto, un millón de euros a Hacienda. ¡Diecisiete millones de pesos entre siete empresas en 2012! Yahoo, por ejemplo, no declaró un solo euro de ganancia (18 pesos). En tres años, Google no ha pagado más de dos millones de euros; los códigos fiscales meta territoriales se lo permitieron.

 

La desterritorialización de las empresas es una condición necesaria para aplicar la ingeniería inteligente. Google saca de Estados Unidos un componente importante de sus beneficios y los coloca en las Islas Bermudas. Su sede social se encuentra en Irlanda, por lo que no le rinde tributo al gobierno de Obama. ¿Todos felices?

 

En Gran Bretaña, el cártel de las siete jugueterías pagó en 2012 alrededor de 45 millones de libras, algo así como 972 millones de pesos. Una cifra minúscula frente a los beneficios netos de las empresas jugueteras.

 

El segundo ejemplo nos remonta a la actual edición del Foro Económico. Los líderes empresariales han mostrado su preocupación por el espionaje. Del tema conoce, curiosamente, el C-7G. Hace algunas semanas, sus representantes se reunieron con el presidente Obama debido a que las filtraciones de Snowden revelaban los acuerdos tácitos entre sus empresas con el Gobierno. Ojo, de por medio se encuentra la confianza de los cibernautas en la aportación de datos. Recientemente, Financial Times publicó una encuesta global sobre la confianza de la gente en las empresas de tecnología, empresas de energía y bancos. Las primeras se obtienen el primer lugar. El 79% de los ciudadanos confían en ellas, 59% en los grupos de energía y 51% en los bancos. Pero la pregunta es: ¿En cuánto tiempo el 21% de las personas dejaron de tenerles confianza a las empresas tecnológicas?

 

La biología del espionaje ha provocado que Facebook comparta datos con la NSA. Paradójicamente, los ciudadanos ya dejaron de asombrarse. No importa. Que todo el mundo se entere de las estupideces que se escriben en las redes sociales.

 

Davos ha pasado de ser una pasarela de proyección de liderazgos a un parque temático creacionista en el que no se permiten lágrimas. Así como los niños saludan a Mickey en Disneylandia, en los pasillos de Davos, los asistentes pueden saludar a don Ernesto Zedillo, una de las marcas fabricadas en Davos.