Mientras escribo no hay nada más placentero que tomar una taza caliente de té entre mis manos y en cada sorbo percibir las propiedades aromáticas de mi brebaje. Sin duda, para muchos el preparar un buen té, es solo cuestión de poner a hervir agua y servirla en una taza con una bolsita de té. Pero si de verdad quieres beber un té perfecto, hay que trabajar un poco más.
De entrada, cualquier apasionado del té, te dirá que es preferible tomar un té suelto, que un té en bolsita. En ocasiones, al menos de que se invierta en tés más finos, estas bolsas contienen tés de menor calidad y están elaborados con pedazos más pequeños de hojas de té o polvo, lo cual hace que se infusione más rápido. En cuestión de sabor no tienen la gama aromática, ni sutileza, ni cuerpo que ofrece un té suelto.
Me gusta comparar un buen té con el vino. Al igual que cuando se toma un buen vino, el té, requiere de todo un proceso y cuidado en su elaboración, además de que el resultado final tendrá sabores y características distintivas de la planta y el proceso.