TEGUCIJALPA. De baja estatura, cabello bien recortado y sonrisa amplia, Hernández, del gobernante Partido Nacional (PN, derecha), se ciñó la banda que deja Porfirio Lobo, en un acto en el estadio ante un puñado de dignatarios, medio centenar de delegaciones y unos 30 mil espectadores.
En el país más violento del mundo, con 83 homicidios por cada 100 mil habitantes, Hernández prometió el combate militarizado contra el narcotráfico y las pandillas: “Cero tolerancia” a la delincuencia, advirtió en su primer discurso, tras jurar como presidente.
El polémico “JOH”
Hernández, casado con la abogada Ana García, con quien tuvo cuatro hijos, nació el 28 de octubre de 1968 en el seno de una familia rural de clase media en la ciudad de Gracias, en el departamento de Lempira, donde es empresario agrícola y dueño de un hotel, una radio y un canal de televisión.
Cursó estudios secundarios en la ciudad de San Pedro Sula, en el Liceo Militar del Norte, donde obtuvo el grado de subteniente de Infantería.
Desde su época en el Liceo Militar, “JOH”, como abrevia su nombre, acostumbra a hacer ejercicio para mantenerse en forma. Se graduó de abogado en la Universidad Nacional, en Tegucigalpa, e hizo en Nueva York una maestría en Administración Pública.
Durante el golpe de Estado de junio de 2009, participó como diputado en la separación del mandatario Zelaya y en la designación del presidente de facto Roberto Micheletti. Fue clave para el gobierno de Porfirio Lobo desde su cargo como presidente del Congreso.
Fue allí, según sus críticos, que desplegó su estilo autoritario. Incluso el influyente dirigente industrial Adolfo Facussé, quien apoyó el golpe contra Zelaya, lo llamó “pequeño dictador en ciernes”.
Consiguió la aprobación de todo lo que se propuso -pese al rechazo de grupos humanitarios-, como la creación de la policía militar, su proyecto estrella para enfrentar la criminalidad con un cuerpo que llegará a tener 5 mil efectivos.
Logró la destitución de cuatro de los cinco miembros de la Sala Constitucional que votaron contra las controvertidas “ciudades modelo” al estilo de Hong Kong -otra de sus iniciativas- y de un plan de depuración de la policía civil que consideraban violatorio de derechos.
Alcanzó la candidatura presidencial en unas controvertidas primarias en las que su principal contendiente, el entonces alcalde capitalino Ricardo Álvarez, le acusó también de aprovechar el control que ejerce en el órgano central del PN para cometer fraude.
Desde la silla parlamentaria, emprendió proyectos populistas como el de los “ecofogones” (estructuras metálicas que funcionan con poca leña) para familias pobres. De ahí le endosaron el apodo de “Juan fogón”.
Prometió impulsar el proyecto que bautizó “Una vida mejor”, para remodelar viviendas pobres con piso de cemento, techo y letrinas, y dar “el Bono 10 mil (7,500 pesos mexicanos)” para las 850 mil familias más pobres.