El triunfo del Tri ante Corea por 4-0, en San Antonio, Texas, fue lo de menos; en cambio, quedó demostrado que la velocidad duele. Sobre todo en la zaga mexicana, porque el poquito punch mostrado por los asiáticos fue suficiente para exhibir que ante equipos de mayor peso específico se padecerá para contrarrestar. Destacable, Alan Pulido y su triplete, así como la idea ofensiva en los equipos de Miguel Herrera, de rápido desdoblamiento al frente, aunque con dolores de cabeza a la hora de defender el balón parado. Sobre todo en la evaluación de Diego Reyes, un chico con sentido de la anticipación, veloz, pero aún verde en la asignatura de la marca, ahí donde Corea tuvo sus dos opciones más claras en el primer lapso, gracias a que Diego perdió su marcación.
En ambas ocasiones Diego fue superado en el cuerpo a cuerpo ante Kim Kee-Hee, no fue todo, tuvo problemas en una que otra salida y en un contragolpe en el segundo lapso que no terminó en gol gracias al veloz regreso de Brizuela para evitar un tanto coreano. Fallos no para crucificar a Diego, simplemente para ubicar la realidad de un chico de grandes facultades, al que aún le falta crecer; aunque el Piojo le tenga una confianza a prueba de fuego; porque vaya que lo quiere para Brasil, nada más ver que hasta el gafete le fue heredado en el segundo tiempo, cuando Rafael Márquez recibió minutos de descanso.
La evaluación no fue exclusiva para el joven defensa del Porto; Miguel Ponce cumplió en su parcela, padeció lo que todos con la velocidad de Lee Keun-Ho, aunque demostró que hacia el frente puede resultar interesante el aporte como esos carrileros que tanto gustan a Herrera, vaya hasta con un pase para gol, que Oribe Peralta resolvió con media vuelta a la red.
En el otro carril Rodolfo Pizarro no tuvo tanta suerte, por momentos extraviado, con poco contacto con el balón, recibió incluso más minutos en el duelo con tal de esperar que el chico relajara nervio y sacara el futbol por el que fue llamado.
En el medio, el Gallito José Juan Vázquez tuvo su trabajo en el medio campo, dinámico, aunque sin una verdadera exigencia para evaluarlo. De Isaac Brizuela queda su dualidad. Picardía y velocidad encarrilado hacia el marco, participativo, dispuesto al sacrificio. La jugada del tercer gol mexicano, a cinco minutos del final, es una muestra de su potencial, taladrando hasta el fondo para luego pasar a un Pulido oportunísimo (3-0), aunque intermitente, como si en ocasiones le perdiera el pulso al cotejo.
Y hablando de Alan Pulido, resaltar que estuvo en el lugar y momento indicado, tanto para empujar el segundo gol mexicano, sobre el final del primer lapso, como en la segunda parte estuvo para hacer lo propio con el servicio de Brizuela y sobre el 88, para volver a aprovechar el rebote al disparo de De Nigris para el 4-0.
Fue la constante del Tri en el segundo lapso, menos estructurado que en los primeros 45 minutos, el complemento arrojó lo obvio a un cuadro que por primera vez se encontraba junto.
Ganancia, que México volviera a vencer con peso específico, por sus mejores futbolistas, porque su idea ofensiva, algo que hace varios entrenadores ya no ocurría. Porque así como Corea, también próximo mundialista, presentó un cuadro joven, el Tri probó sus opciones.
Al final se cargó con el triunfo, y se encaminó en una vereda extraviada durante todo 2013; la de ganar, situación que en la mentalidad vaya qué pesa en el jugador, porque al menos por disposición, entrega e idea, parece ya olvidó la pesadilla que resultó la calificación al Mundial. Tiempo de pruebas, tiempo de notar que la velocidad duele, aunque las victorias, sobre todo por goleada, consuelan.