La fotografía es honesta, directa, brutal. Una mujer en sus veintes se toma una selfie en el espejo de su recámara. Con el cabello pintado de rubio, la muchacha posa sugestivamente en la imagen que sube a su cuenta en Instagram.
Dos cosas llaman la atención: el título de la foto que dice “descendencia hecho raiz” (sic) y el vestuario. Vestimenta de caballero templario.
La mujer es Melissa Plancarte. La hija de uno de los líderes de los caballeros templarios es muy activa en redes sociales. Instagram se ha convertido en el lugar donde desahoga no sólo sus pensamientos, sino también sus emociones y dolor.
“Hoy hace un año que ya no estas Chaparro, que a diario te platico y no escucho tu voz, a diario veo tu foto y no puedo sentirte ni verte físicamente, necesito tus mensajes, tus consejos, hasta tus regalos y muchísimas cosas más x qe como tu nunca habrá nadie!!! Un eterno año en el qe me has hecho tanta falta, solo se qe siempre estas en mi mente y en mi corazón…las cosas pasan por designios de dios es lo que nos dice. Ahora que nuestro gran príncipe encantador que encantaba a las damas está en el cielo, es preciso que sepamos comprender su misión, su misión fue cumplida con gran devoción como el decía; la escuela de la vida 100pre te enseña algo nuevo!!! 8/08/1992-18/11/2012 Te extraño demasiado hermano wtf!!! Joven michoacano, hombre sereno y sonriente I love You mi muchacho alegre!!!”
Este es uno de los mensajes que Melissa Plancarte dedica a su hermano caído. Más allá de juzgar lo adecuado de la lucha, vale la pena ver los mas de 200 mensajes de apoyo y los comentarios que, seguidores de la cantante, dejan en esta y otras fotografías. La cuenta es muy socorrida. Seis mil seguidores. La mayoría fanáticos de la música y la imagen de esta cantante grupera que, además de ser famosa en su tierra por su beta artística, es familiar de los michoacanos más mencionados por los medios en el último año. Caso similar las de su hermano, “El príncipe de la banda”, quien recibe incluso menos insultos que “La barbie grupera”. Las cuentas de personajes cercanos al crimen son, extrañamente, seguidas por cientos de personas. El morbo o el poder que, de forma amoral, transmite el criminal hace que haya una audiencia clara que desea revisar su andar.
Las páginas que estado por estado de la unión americana despliegan con fotografías de criminales al momento de ser apresados -los famosos mugshots- han sufrido un incremento en tráfico. La necesidad de ver al otro en desgracia se ha transformado en la necesidad de conocer al otro tras su desgracia. A veces con resultados funestos. La policía en Missouri detuvo en octubre pasado a Michael Johnson, un estudiante que fue acusado por un compañero de infectarlo con VIH de forma intencional. Johnson, un reconocido luchador grecorromano, ha sido investigado desde entonces, ya que cinco personas más lo han acusado de haber actuado de manera similar.
Lo sorprendente vino después cuando, tras revisar las cuentas de redes sociales del estudiante, se dieron cuenta que éstas se ligaban con las de un alter ego llamado Tiger Mandingo. A Mandingo lo seguía un millar de personas en su cuenta de Instagram.
Así, el estudiante en su mitad perversa -diría Umberto Eco- convocaba, a través de Facebook, Vine, Instagram y Twitter, a conquistas sexuales para tener encuentros furtivos. Primero, con una serie de fotografías sin camisa y de forma y actitudes provocativas. Después, con el uso de mensajes directos y el intercambio de teléfonos. Al final, los investigadores descubrieron archivos dentro de la computadora de Johnson donde resguarda vídeos de 31 de encuentros sexuales con jóvenes que encontraba a través de dichas redes sociales.
A veces la miel que creemos encontrar por una foto puede ser tan letal como el veneno de la abeja.