JERUSALÉN. El secretario de Estado norteamericano John Kerry volvió a ser duramente criticado por dirigentes israelíes, que lo acusan de ejercer presiones contra sobre un posible boicot mundial contra Israel en caso de fracasar las negociaciones de paz con los palestinos.
Sin embargo, el primer ministro Benjamin Netanyahu, quien la víspera calificó de inmorales e injustas las advertencias de Kerry sobre el boicot, intentó apaciguar los ánimos, afirmando que “la mejor manera de clarificar los malentendidos y de expresar opiniones diferentes es discutir sobre los temas en profundidad y no librarse a ataques personales”.
“Contamos con que Estados Unidos siga oponiéndose activamente a los boicots contra Israel”, declaró Netanyahu en el Parlamento, indicando haber recibido una “importante aclaración” de Kerry sobre su oposición al boicot de Israel.
El jefe de la diplomacia estadunidense, quien reactivó las negociaciones israelo-palestinas en julio de 2013 tras tres años de interrupción, prevé presentar en las próximas semanas sus propuestas de paz, que suscitan una profunda inquietud en la derecha israelí, lo que explicaría según los analistas estas severas críticas.
Las negociaciones de paz están paralizadas debido a los constantes anuncios israelíes sobre la construcción de asentamientos paramilitares sionistas en territorios expropiados a la fuerza en la Cisjordania y el este de Jerusalén, que los árabes llaman Al Quds y Tel Aviv se anexó en 1980.
De acuerdo con la legislación internacional vigente, la edificación de esas colonias y el traslado de poblaciones a los territorios de un Estado bajo ocupación militar, como es el caso de Palestina, son considerados crímenes de guerra.
“Es lamentable constatar que la administración estadunidense no comprende la realidad de Medio Oriente y ejerce presiones en el lado equivocado en el conflicto israelo-palestino” aseguró el ministro de Defensa Interior, Gilad Erdan, cercano a Netanyahu.
Su colega de Vivienda, Uri Ariel, un colono, acusó por su lado a Kerry, en la radio militar, de no ser “un mediador honesto cuando habla de amenaza de boicot”.
En una conferencia sobre seguridad, en Múnich, Kerry aludió a los riesgos de un boicot contra Israel si no llegan a buen puerto sus esfuerzos por conseguir un acuerdo de paz.
El movimiento internacional de boicot contra la colonización está ganado en importancia e impacto, como lo demuestra la decisión el jueves de la actriz estadunidense Scarlett Johansson de renunciar a su rol de embajadora de la ONG Oxfam, considerado “incompatible” con su promoción de la empresa israelí SodaStream, implantada en territorio palestino ocupado.
La ministra de Justicia y jefa del equipo negociador israelí, Tzipi Livni, expresó su apoyo a John Kerry, “advertir a un amigo de que existe una amenaza no significa que él nos esté amenazando”, afirmó Livni.
No es la primera vez que Kerry es criticado por los ministros más derechistas de la coalición gubernamental israelí.
A mediados de enero pasado el ministro de Defensa, Moshe Yaalon, declaró que el jefe de la diplomacia estadunidense “tiene una obsesión mesiánica con un acuerdo palestino israelí” y deseó que ganara el premio Nobel de la Paz y dejara a su país “tranquilo”.
Estas palabras provocaron tal tensión con Estados Unidos que Moshé Yaalon tuvo que presentar disculpas, aunque sin renegar del fondo de sus palabras.
El bombardeo mediático israelí también apuntó a la Unión Europea, varios de cuyos países miembros han decidido suspender relaciones con entidades ligadas a programas económicos, científicos y culturales de los asentamientos en los territorios palestinos ocupados.
Del lado palestino, también crecen las presiones sobre Israel.
El presidente Mahmud Abas propuso en una entrevista al New York Times que una fuerza de la OTAN conducida por Estados Unidos efectúe patrullas en el futuro estado palestino.
Este dispositivo incluiría también tropas posicionadas en Cisjordania y en todos los puntos de pasos fronterizos y en Jerusalén este.
El presidente Abas afirmó también que los soldados y los colonos israelíes podrían quedarse en Cisjordania por un período de cinco años tras cerrarse un acuerdo, y no tres como proponía anteriormente.