En Michoacán se vive una lucha de fuerzas. Por un lado, el gobierno federal, acotado por las leyes, no puede realizar una toma formal y total, pese al reconocimiento de una debilidad institucional que desvela la existencia de territorios que están en manos de grupos paramilitares que son la ley, imponen sus condiciones a las propias autoridades, las desafían y demuestran que en ese estado, o al menos en una buena parte de él, son ellos quienes mandan. Michoacán es el Leviatán mexicano, el monstruo bíblico incrustado en una de las regiones más ricas del país.
El gobierno federal está buscando la recuperación de ese cacho de su territorio nacional y este martes viajó el presidente Enrique Peña Nieto a Morelia, acompañado de todo su gabinete legal y ampliado, con senadores y diputados federales, para decirle a los michoacanos que no están solos y que restituirán la paz y el Estado de Derecho. Hablaron también el secretario de Gobernación y el gobernador de Michoacán. Los discursos sirvieron para relanzar algunas propuestas del año pasado que por falta de recursos no habían podido instrumentarse, y hubo frases rimbombantes, lugares comunes, en el ejercicio de una retórica para un acto político que exige, en estos momentos, otro perfil y dirección.
El espejo del Estado mexicano es el doctor José Manuel Mireles, uno de los líderes de los grupos de autodefensa, que en el mismo día del anuncio del Plan Michoacán, apareció en una entrevista publicada en el diario madrileño El País, asombrosa por lo brutalmente cándido y sorprendente por su beligerancia y desdén al gobierno. Es una de las voces más públicas del paramilitarismo en la entidad, que amalgama aquellos que, frustrados legítimamente por la ausencia de quien les proveyera seguridad, se levantaron en armas para proteger a su familia y patrimonio, pero también a los intereses económicos que escudados en un movimiento militar sociopolítico se sienten afectados en sus utilidades por la competencia desigual de los cárteles de las drogas, o los que vieron en las autodefensas la manera de cobrar facturas personales contra sus viejos camaradas en el sicariato del crimen.
Mireles habló abiertamente sobre lo que él y miles de michoacanos deben estar pensando en estos momentos sobre el pacto del gobierno con las autodefensas que, en unas cuantas frases, descalificó. “El pacto para legalizar las autodefensas es un teatro, están burlándose unos de otros”, afirmó. “No vamos a parar hasta que caigan (sus enemigos declarados, Los Caballeros Templarios). No podemos estar en paz en ningún lado mientras no caigan. Porque como ya los enfrentamos, mientras estén vivos, aunque estén detenidos, hay cárceles donde viven mejor que en sus casas y pueden dar orden de matar gente”.
El líder de las autodefensas habló con la realidad que no alcanza a abarcar cualquier estrategia nacional. En una guerra con criminales, no hay códigos internacionales ni de honor. Si no los matan, serán asesinados por aquellos a quienes les perdonaron la vida. En sus propias palabras, no descansarán las autodefensas hasta que estén muertos los siete líderes de Los Caballeros Templarios, y no depondrán las armas, hasta que el gobierno federal les entregue sus cabezas. Mireles ha dicho. Y las autodefensas siguen avanzando y cazando a sus enemigos. En términos de Estado de Derecho, la ley es inexistente. La Policía Federal tiene instrucciones de no frenarlos y de acompañarlos -cuantas veces sea posible-. El gobierno federal se encuentra en un atolladero y está pagando el empoderamiento que les dio a estos grupos paramilitares cuando se presentaron en sociedad hace un año. Les dio la bienvenida, los consideró sus aliados, les facilitó financiamientos y que se armaran. Además, aceptó mediante la inacción, que grupos fueran tomando municipios y sustituyendo a la autoridad.
En una parte de Michoacán son los paramilitares, en efecto, quienes detentan el poder y establecen qué es justo y qué es ilegal, cuál es la estrategia y qué condiciones tiene que aceptar el gobierno federal para que entonces acepten realmente el plan de desarme. La debilidad institucional michoacana ha demostrado que esa debilidad, en ese territorio, también es federal. El Presidente dijo este martes en Morelia que el gobierno es quien tiene el único derecho legítimo de la fuerza. Es absolutamente correcto en un país en orden. No es el caso mexicano, y mucho menos en Michoacán. El ejemplo de los paramilitares se está extendiendo, lo que deberá ser un aviso a las autoridades que algo no están entendiendo porque no lo están resolviendo.