SOCHI, Rusia.- Los Juegos más caros de la historia; y no sólo de invierno, sino de cualquier evento deportivo, por encima de Juegos Olímpicos de verano y Copas del Mundo de futbol. Estos Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi son realmente atípicos. Sumidos en el miedo al terrorismo, la polémica por una ley “anti gay”, matanzas de perros callejeros, rosarios de reportes sobre hoteles insuficientes y múltiples denuncias de corrupción han relegado a un segundo plano la ambición de Rusia de proyectarse como una nación moderna, y encumbrado el clamor de que los de Sochi son los “juegos de un sólo hombre”: el presidente ruso Vladimir Putin.

 

Hoy es la ceremonia inaugural y más que hablar de favoritos para ganar medallas y admirar las instalaciones de los Juegos más caros de la historia, la pregunta es si realmente ha sido prudente haber viajado a hasta esta ciudad rusa en la costa del Mar Negro. ¿Para qué tanta zozobra? Y es que apenas se aterriza en Sochi al visitante lo invaden contradicciones. Se puede apreciar lo que busca el anfitrión: exhibir el cuantioso gasto de dinero para transformar esta ciudad, la única en Rusia con clima y vegetación subtropical. Un grito al mundo del presidente Vladimir Putin, que se alargará con la ceremonia de apertura, con una Rusia como actor de primer orden.

 

Pero esa grandiosa visión de inmediato se empaña. No hay amenaza que asuste más que el terrorismo, con menciones de la presencia en la ciudad de las llamadas “viudas negras”, las mujeres que buscan cobrar venganza por esposos y familiares muertos en la ofensiva de Rusia contra la insurgencia musulmana en regiones próximas.

 

No muy lejos de Sochi se encuentra Dagestán, el lugar de nacimiento de los dos hermanos señalados como los perpetradores de los ataques con bombas en el maratón de Boston. También está Chechenia, teatro de dos guerras en las últimas dos décadas. Y Volgogrado, la ciudad donde dos atacantes suicidas se cobraron 34 vidas al estallar explosivos en tranvías, apenas en diciembre pasado. No es todo, se vive con el recuerdo de hace una década, cuando la insurgencia ocultó una bomba en un estadio cuando se llevaba a cabo su construcción. Al llegar el día de la inauguración, la bomba estalló justamente en el acto de apertura, matando al presidente respaldado por el Kremlin y el padre del actual gobernante.

 

Y todos los días surge una preocupación adicional, la de hoy es que no se permite ningún líquido en los equipajes de mano, debido a la advertencia de un día anterior sobre posibles bombas en tubos de pasta de dientes.

 

Máximo lujo y máxima seguridad. Todo es nuevo en Sochi: las carreteras, los trenes, el aeropuerto internacional, los parques y los hoteles, el problema es que en muchos de ellos el visitante se encuentra con habitaciones en las que el agua que sale de los grifos tiene un color amarillento, los ascensores no funcionan y se encuentran con perros durmiendo al lado de las camas.

 

En medio de todo, la ceremonia de apertura está lista. Todos sus detalles se han mantenido en absoluto secreto, salvo que se prepara un despliegue con ballet y arte moderno y se conjetura que Vladislav Tretiak, una leyenda del hockey ruso, será el encargado de encender el pebetero. Putin estará presente para dar comienzo a dos semanas en los que Rusia quiere exhibir su eficiencia, para muchos demasiada zozobra para lograrla, para otros, simplemente “los Juegos de un sólo hombre”.