Recién la senadora Iris Mendoza, la que presumía “iguanear” en la Rumorosa, pidió licencia al cargo por unas polémicas fotos con personas ligadas a los Templarios, la misma semana en la que el coordinador de los diputados panistas, Jorge Luis Preciado, tuvo que ofrecer disculpas por ocupar instalaciones del Senado para el festejo de su esposa, con mariachis y alcohol. Hace unos meses otra senadora se dio el lujo de insultar a empleados de una aerolínea porque le impidieron abordar un vuelo que ya estaba cerrado.
En la bancada del PAN, varios senadores se han visto en problemas y polémicas durante la presente legislatura, ya sea por la lucha entre calderonistas y maderistas, como por otras causas, como Roberto Gil con el tema de los casinos, Ernesto Cordero por el manejo de las finanzas de la fracción mientras fue coordinador, y hasta detalles, aparentemente menores, como Mariana Gómez del Campo echando novio mientras transcurría la sesión.
Son miembros del Senado personas como Carlos Romero Deschamps, dirigente – jeque petrolero; Jorge Emilio González, quien entre otros antecedentes ha tenido mujeres “hasta para aventar por la ventana”; Layda Sansores, mentando madres en un discurso, y el milusos calderonista Javier Lozano Alarcón. En otras palabras, tenemos un Senado con personalidades polémicas.
Cuando se construyó el edificio del Congreso de la Unión en San Lázaro, a fines de los setenta, se pensó concentrar en un mismo espacio a diputados y senadores. La concentración de egos generaba demasiada radiación y finalmente se abortó la posibilidad de que el Senado despachara en la parte de atrás del edificio de la Cámara de Diputados. Tras la renta de un edificio lujoso en el centro de la ciudad, los senadores optaron por ocupar el terreno urbano más caro del país para luego no aprovechar sus ventajas.
La coincidencia de estas personalidades polémicas en un edificio, cuyos pasillos interminables miran hacia las desangeladas calles de Madrid y París, y cuyas oficinas para 128 senadores miran hacia un patio interior y hacia el salón de sesiones, no es menor. Esta legislatura, la LXII, será la primera en desarrollarse completa en Reforma con Insurgentes, un bunker a prueba de ciudadanos.
Hablo de la semiótica: México destina sus mejores terrenos para hacer un Senado sin una plaza pública, mirando Paseo de la Reforma como caballo de carreras, sin aprovechar la hermosa perspectiva que el terreno daba hacia el Ángel de la Independencia y el Castillo de Chapultepec; invierte más de dos mil 500 millones de pesos en el edificio, pero es incapaz de derramar un solo peso a su entorno, que hoy luce enrejado, para proteger las instalaciones de un Senado que antes que servir a los mexicanos, es el capricho frívolo del presidente de la Mesa Directiva. El mariachi loco quiere bailar, quiere bailar el mariachi loco.
Tal vez estoy siendo injusto al no tomar en cuenta a senadores valiosos, incluso alguno al que tengo gran aprecio a nivel personal y con quien estudié hace 20 años, José Yunes. Sin embargo, cada vez que paso frente al edificio de Reforma hago coraje por su poca integración con la sociedad, por su mirada egoísta, que al final de cuentas coincide con el comportamiento de sus senadores más polémicos.
El proyecto arquitectónico de Javier Muñoz fue elegido por los atributos que estoy cuestionando. Es claro que se privilegió un edificio a prueba de manifestaciones (y ciudadanos) y la seguridad del mismo, más que la vista desde el interior o la relación con el exterior. Cualquier alumno de arquitectura habría reprobado la mitad de sus materias con la maqueta del Senado. Cualquier alumno de preparatoria habría sido expulsado de su escuela con los comportamientos de nuestros senadores más polémicos.
No hay coincidencia, hay sincronía, hay símbolos. Los mexicanos sólo debemos aspirar a un Senado que nos represente, la frivolidad de algunos de sus miembros está lejos de lograrlo, pero es perfectamente congruente con una arquitectura que mira hacia dentro en el terreno más caro del país. La frivolidad abruma y opaca a los senadores honestos, prudentes y capaces, al final de cuentas deja al Senado como un instrumento operado en otras instancias del Estado y no mirando hacia fuera, hacia el Ángel, hacia el Castillo de Chapultepec, hacia la historia.
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