A finales de los años 70 el FBI solicitó los servicios de un estafador del Bronx, quien lideró una operación encubierta llamada Abscam (arab-scam) que involucraba a un falso jeque árabe llamado Abdul y que eventualmente resultó en la detención de seis miembros del Congreso y un senador de EU. Los resultados de esta operación fueron catalogados como un “escándalo”. Es justo de esta anécdota que parte la premisa de American Hustle (Escándalo Americano), la nueva película del director David O. Russell. “Some of this actually happened”, advierte un cartón al inicio, y es justo desde ese instante que la película deja claro cuál será el tono. Pronto estamos enganchados.
La pantalla de inmediato se satura con un inmenso hombre calvo tratando de arreglarse el cabello, a la “queso Oaxaca”, como si su vida dependiera de ello. Se trata de Irving Rosenfeld (un Christian Bale enorme en tamaño y talentos) un estafador dueño de una cadena de tintorerías que, en sus tiempos libres, contrabandea con obras de arte falsas y miente para obtener dinero fácil: La gente le da 5 mil dólares que él promete convertir en 50 mil. Él desaparece y los estafados, sin posibilidad de denunciarlo ya que todo fue ilegal, pierden el dinero invertido. Así de fácil, esté en donde esté y pese a lo que su aspecto podría hacernos pensar, Irving siempre es el hombre más listo del cuarto.
Irving está casado con Rosalyn (Jennifer Lawrence en modo Diosa, hilarante y conmovedora…magnífica) que, más joven que él y más astuta, es una manipuladora profesional capaz de controlar al incontrolable Irving. En una fiesta, Irving conoce a Sydney Prosser (Amy Adams deslumbrante en Gucci y Dior), una chica dura de Nuevo México que ha adoptado el personaje de “Lady Edith Greensly”, una socialité inglesa de negocios. Se trata, también, de una estafadora. Inevitablemente, Irving y Sydney se alían y así las estafas se hacen más grandes y más frecuentes.
Pronto, Sydney e Irving se encuentran envueltos en una operación encubierta que involucra al FBI y al alcalde de New Jersey, Carmine Polito (un excelente Jeremy Renner), quien está en busca de financiamiento para restaurar Atlantic City. Polito es un político “modelo”, un hombre de familia comprometido con la comunidad y dispuesto a lo que sea por mantener a sus votantes satisfechos. Es justo esta última debilidad la que lo lleva a aliarse con Sydney y, principalmente, con Irving, quien le ofrece hacer negocios con un jeque árabe inexistente, que financiará el proyecto de Atlantic City y, sobre todo, los sobornos que éste conlleva. De esta forma y encubierto por la policía, Irving ayuda al agente Richie DiMaso (Bradley Cooper, robando escena tras escena, en su mejor papel a la fecha), otro ambicioso que hará lo que sea por resolver el caso y encarcelar a todos los involucrados, sin importar que se trate de políticos de alto nivel. DiMaso, sin embargo, nunca estará a salvo mientras en su operación esté rodeado por Sydney, Irving y la misma Rosalyn, quien es más peligrosa que todos los demás juntos con sólo abrir la boca.
Contar el resto sería arruinar la diversión. La película es una delicia, un inmediato clásico americano sobre el poder, el dinero, el engaño y la corrupción. Pero más que otra cosa American Hustle, al tratarse de un trabajo de David O. Russell, es un maravilloso estudio de las relaciones humanas, una historia de amor entre lunáticos y una comedia entrañable. La dirección de Russell se muestra más refinada que nunca, sin perder la espontaneidad que siempre lo ha caracterizado. Se presume que la mayoría de las actuaciones se obtuvieron de un trabajo de improvisación en set y, aunque se nota, no es algo que distraiga. Es como ver a un músico de jazz perderse en medio de su propia música, en quien puedes confiar porque sabes que, aunque no lo parezca, siempre está en control.
Con 20 años de carrera (su primera película, Spanking the monkey, se estrenó en 1994) David O. Russell siempre se caracterizó por hacer comedias negras sobre temas espinosos y de factura muy arriesgada (Flirting with disaster, Three Kings, I (heart) Huckabees). No fue sino hasta 2010 con The Fighter que la crítica y los premios comenzaron a tomarlo más en serio. Luego, en 2012, Silver Linings Playbook fue la película que lo consagró como un cineasta que bien puede tomar temas complicados (el trastorno bipolar, en ese caso) y llevarlos a la pantalla de forma innovadora, sin huir a las complicaciones emocionales y humanas que habitan sus temas, y sin perder el sentido del humor que marcó el principio de su carrera. Sin duda quedan atrás los años en que Russell era menos conocido por su trabajo que por sus enfrentamientos con actores en sets (acá la legendaria pelea con Lily Tomlin en I (heart) Huckabees).
Los cinco actores principales (Adams, Bale, Cooper, Lawrence y Renner) están todos en el mejor momento de sus carreras, aunque destaca el hecho de que Lawrence sólo tenga 23 años, a comparación de los casi cuarenta del resto. El caso de Christian Bale como Irving es igual de notable, no sólo por los 20 kilos que ganó para el papel, sino también por lo que en esta película demuestra. No se trata de una interpretación sino de ver a un actor siendo habitado por otra persona. Bale es calvo, es gordo, su voz suena a la del inolvidable Gandolfini y sus ropas son estrafalarias (incluso para la época). Bale ES Irving; De Amy Adams sólo puedo decir que “ya era hora” de que se le reconociera por el impresionante talento que lleva demostrando desde la maravillosa Junebug (Dir. Phil Morrison, 2005), su primera nominación al Oscar; Bradley Cooper también sigue en ascenso, cada vez más comprometido con sus papeles y derrochando talento como el personaje con más integridad moral, aunque también el de más complejos y puntos débiles. Y por último, el interesante caso de Jeremy Renner, de quien menos se habla, y que demuestra con creces por qué forma parte de ese elenco (ya le perdonamos Hansel and Gretel: Witch hunters y Avengers). Como dicen, “ni a cuál irle”.
Con una banda sonora setentera impecable, además de la fabulosa fotografía de Linus Sandgren, el maravilloso score de Danny Elfman, el preciso diseño de producción a cargo de Jesse Rosenthal y el impresionante diseño de vestuario de Michael Wilkinson, American Hustle saca la casta para demostrar que Hollywood, cuando es depositado en las manos correctas, puede hacer maravillas. Porque quién dice que el buen cine comercial no puede ser, también, una de las muchas formas de arte, de esas que acercan a la gente a historias y personajes que, fuera de la sala de cine, no sabríamos siquiera que existieron.