Uno de los alimentos más emblemáticos en la historia de la humanidad, puede adquirir diversas formas y sabores, sin dejar de ser uno de los pecados más atractivos en cualquier parte del planeta. Más que una cata, esto fue un paseo por un mundo de texturas y placeres.
Dicen que el amor entra por el estómago, pero quizá debemos rectificar el dicho, ir más atrás y darle su justo reconocimiento a la boca, el paladar y la lengua; esas zonas donde los sabores estallan, esa perfecta aduana del cuerpo que automáticamente odia o se enamora.
Y la historia indica que el chocolate no solo es uno de los consentidos para el cielo de la boca, enamorar a una persona, o dar un dulce regalo; sino que también resulta saludable comerlo, según la cantidad de cobre que contenga, por sus vitaminas y minerales. Además, el chocolate contiene fenilalanina y serotonina, el mejor neurotransmisor del placer.
Como un elemento fundamental para el cuerpo humano, el cobre no lo producimos naturalmente, tenemos que incorporarlo por medio de alimentos. Y vaya que es importantes, pues el cobre ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares y a transportar el hierro hacia los tejidos, disminuyendo el riesgo de padecer anemia.
Javier Rodríguez, un ingeniero industrial, egresado de la Universidad Nuevo Mundo, un día decidió que su pasión por el sabor de los chocolates tenía que llegar más lejos y poco a poco se fue adentrando en su manufactura, origen y significado. Después de 10 años de estar inmerso en el mundo del cacao, ahora está al frente de La Catalana, un sitio que elabora alta chocolatería con tecnología molecular con más de 80 diferentes especialidades.
Y su amor por el chocolate se proyecta en su rostro cuando nos habla de sus propiedades, no intenta convencer a nadie de las 17 personas que estamos en la mesa, sobre nada, más bien se dedica a contar su experiencia con detenimiento y nos sugiere algunos pasos para tener la mejor cata de chocolates que hayamos experimentado.
Sobre la mesa hay una especie de reloj donde cada pieza está colocada donde normalmente van los números, solo que esta vez el tiempo perdió algunas horas; sólo hay 8 chocolates frente a cada uno de nosotros.
Javier se arremanga la camisa azul rey, pregunta si el volumen de su voz es el adecuado, toma un poco de agua y comienza contando que México cuenta con valiosas haciendas cacaoteras, puntualmente en Tabasco, donde los árboles de cacao puede crecer hasta seis metros, que las vainas contienen entre 30 y 50 semillas, que la pizaca se logra entre octubre y abril y que México ha producido cacao durante más de 3 mil años.
Té Chai Leche (31% cacao)Durante la exposición algunos de los presentes muestran cierta ansiedad y no le quitan la mirada de encima a las 8 piezas que se colocaron en el plato y, se entiende, quién se puede resistir a probar un buen pedazo de chocolate, muy pocos. Pero por fin llega la primer acercamiento con el sabor, antes, Javier advierte que lo mejor es morder porciones pequeñas para no saturar el sentido del gusto, sin embargo, también da luz verde por si alguien quiere soltar una tarascada.
Una mezcla de 5 especias: clavo, pimienta, canela, laurel, nuez moscada, hierbas finas y nutrientes. Un sabor ligero y dulce. El sabor comienza a desaparecer a los pocos minutos con un trago de agua. Su forma de corazón y colores tornasoles son muy llamativos.
Limón blanco (31% cacao)
Un poco más ácido, el sabor perdura más en la boca. Imposible mezclarlo con algo amargo. Hecho con manteca de cacao, no tan concentrado e ideal para los amantes del chocolate blanco. Algunos comensales afirman con el rostro que podría ser de los más ricos.
Maracuyá Leche (35% cacao)
Aquí es donde comenzó lo emocionante. Un choque entre lo ácido y dulce por medio de una pulpa de fruta y cocholate blanco. El sabor se queda el tiempo justo para querer un pedazo extra de inmediato. Su líquido interior es lo que permite tener ese contraste. Lástima que una porción del mismo quedó sobre mi camisa.
Jamaica semiamargo (55% cacao)
El intenso color rojo alienta a comerlo de un solo bocado. Se trata de una infusión de jamaica fuerte, tanto, que la lengua tiene una ligera contracción al probarlo. Sabemos que el camino de lo completamente dulce esté por desaparecer.
Piñón (72% cacao)
Macizo al momento de encarjarle los dientes. Esta pieza está muy centrada en pro del cobre. Hecho a base de Maltitol, un sustito de azucar que le puede funcionar muy bien a las personas que padecen diabetes. Los dulce casi desapareció y la mayoría de los invitados coinciden en que es de los mejores. Un sabor natural.
Amargo (80% cacao)
Más contenido de cobre y mucho más sano que los demás, según la explicación de Javier, quien sostiene un gesto de curiosidad por saber qué opinan de sus productos. Este tiene un ligero sabor a malta, es un poco más astringente.
Amargo (90% cacao)
Este bien podría calificar como una artesanía, pues en tiene un sabor a tierra mojada; es fuerte, ácido y tarde en eliminarse por completo de la boca. Para los amantes de lo intenso, esta es una opción perfecta. Su aspecto es agradable y tiene un color obscuro.
Amargo (100% cacao)
El extremo de lo seco. Extremadamente fuerte, casi como moder un chocholate para ser preparado en agua. Según Javier regelar chocolates sumamente amargos da bienestar. Su color es intenso, pero el sabor parece nunca desaparecer. Hecho para los apasionados por el café. Tristemente hemos llegado al final de este paseo lleno de sabores.