Carlos Salinas de Gortari está en su derecho constitucional a la libre expresión; nosotros estamos en nuestro derecho individual y colectivo de creerle o no. Es un asunto de verdades y experiencias.
Parte importante del quehacer historiográfico es el aprovechamiento de los testimonios orales. Los hay de quienes vivieron acontecimientos y tienen aportaciones que contribuyen a iluminarnos sobre “lo que ocurrió entonces”, para nuestro conocimiento y para que los errores cometidos no se repitan (Herodoto).
Pero esos testimonios orales tienen que pasar la prueba de la verdad, o mentira; hay herramientas en el trabajo histórico para saberlo, o para acercarnos a la verdad de lo que pasó.
Y siguiendo la regla orteguiana de las generaciones, pasados 15 años concluye una generación y comienza la renovación (“La Ronda de las Generaciones”, Luis González y González-SEP 1983), así que ya puede comenzarse a hacer una revisión de lo ocurrido en sentido histórico. Seguramente historiadores serios-rigurosos-objetivos ya están investigando “el México salinista”.
Pero mientras son peras o son manzanas, conformémonos con conocer una versión más de los hechos; la de un actor principalísimo en lo que fueron aquellos días tan fatales de 1994 para nuestro país y para todos nosotros que aún hoy vivimos sus consecuencias.
En entrevista con El Universal, el ex presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, da su interpretación de hechos ocurridos durante su gestión. Naturalmente hace su defensa por lo ocurrido… y acusa.
En su explicación pasa de lo contrito -por la muerte de su gran amigo, según él mismo califica a Luis Donaldo Colosio-, a otro acto de introspección afectiva por la muerte de José Francisco Ruiz Massieu, quien fue su cuñado y a quien no escatima elogios afectivos.
En el caso de Ruiz Massieu desliza al mismo tiempo un reproche como un reconocimiento a la justicia tardía: se refiere al encarcelamiento de su hermano Raúl Salinas de Gortari, acusado, detenido y luego exculpado el 14 de junio de 2005, durante la presidencia de Vicente Fox.
-“Pepe (Ruiz Massieu) era un amigo entrañable (…) Se acusó injustamente a mi hermano. Y 10 años después de tenerlo injustamente preso resulta que quedó totalmente exonerado. Todo arrancó con una investigación pervertida en 1995 (gobierno de Ernesto Zedillo) ¡La autoridad sobornó a un testigo con un cheque que le dio por medio millón de dólares!”
De Colosio: “Es un hecho cuyo impacto todavía no se aleja de mí. México perdió a la mejor opción que tenía para la Presidencia y yo al mejor de mis amigos. Estaba yo en una reunión en Los Pinos. Me llamaron para avisarme y mi primera reacción fue buscar la mejor atención médica para él. Diría yo que fue de los momentos más difíciles de todo mi gobierno.
EZLN: En 1993 ocurrió un enfrentamiento en Chiapas entre unidades del Ejército y esta guerrilla. El 1 de enero de 1994, fecha del levantamiento del EZLN, “me informó el general Antonio Riviello Bazán: la reacción inmediata fue la preocupación sobre la seguridad de la población de San Cristóbal.
“La verdad es que el levantamiento del EZLN tuvo un extraordinario impacto mediático, pero nulo impacto una vez que se pudo contener en términos militares”.
Manuel Camacho: “Mire, cuando las gentes se vuelven irrelevantes buscan cómo recuperar cierta relevancia, entonces generan una cierta idea y se ubican como los únicos posibles, pero eso es una condición humana comprensible. Yo lo definiría con las palabra de Luis Donaldo Colosio a propósito de Manuel Camacho: ‘Este Manuel no cambia porque no aprende’. Camacho fue candidato a la presidencia en el 2000 y no sacó ni el 1% de los votos ¡Qué razón tuvo el PRI de no hacerlo candidato en 94!”.
El TLC “su gran triunfo”. Y no deja de rayar el cuaderno de Ernesto Zedillo quien “entregó la Banca a privados” y a quien atribuye la descomposición del TLC.
Y un guiño a Enrique Peña Nieto: “Quienes estaban en contra del proceso reformador no lograron ni revertir las reformas ni tampoco derribar al gobierno”.
Todo ahí está cifrado. Por desgracia sus palabras resumen al sistema político mexicano.
De su boca salen justificaciones, odios, rencores, triunfalismos insospechados y ese interminable sentido del poder que nunca termina cuando termina el poder.
Es el hombre que, apoyado en la figura paterna, la del Raúl Salinas Lozano, llegó a ser presidente de México de forma aun improbable en 1988. Venía precedido de una imagen de muy inteligente y transformador; de buen negociador, de carácter firme y de odios profundos. Sí. Todo sí.
¿Qué quedó de entonces? ¿Qué quedó de 1994? Magnicidios, levantamientos, desastre económico, engañifas y desvergüenzas y tragedia. Ya se sabe: la historia no es esa tía buena que todo lo ve y todo lo perdona. Es así. Será así.