Una excelente interfaz de usuario para un producto o servicio puede garantizar el éxito. Sencilla, pero a la vez que completa y personalizada.
Es un consejo fácil de decir pero no tanto llevarlo a cabo, pues crear una interfaz de usuario que sea eficaz puede llegar a ser algo muy complejo.
Vienen a la mente conceptos como los de usabilidad y un diseño simple que deben ser aterrizados de manera adecuada para alcanzar el éxito del producto.
Cuando se habla de un diseño sencillo, claro y conciso se refiere a una interfaz sencilla que se pueda utilizar de forma intuitiva. Para ello es necesario que presente un orden, jerarquía y metáforas visuales que ayuden a clarificar las funciones del producto.
Si hay algo que se debe evitar es la ambigüedad ya que encontrar en la web funciones similares puede desconcertar al que la visite.
Tampoco se debe caer en una pantalla llena de opciones y que le cause al usuario una sensación de agobio, de no saber por dónde empezar.
Pero no hay que irse al otro extremo de simplificar demasiado las acciones y poner metáforas visuales que no explican claramente lo que hay detrás.
Claro es el caso de Gmail que recientemente recibió un aluvión de llamadas por no entender su nueva interfaz. En su última actualización, en un solo icono se agruparon varios servicios de Google. El problema estuvo en que los usuarios por naturaleza tienden a ignorar cosas que no entienden por lo que no se molestan en averiguar qué hay detrás.
Hay que encontrar el equilibrio entre la concisión y la claridad. La claridad avisa al usuario y le guía en todos los pasos de sus acciones para lograr sus objetivos.
Se recomienda utilizar botones que hagan referencia al mundo real (un ícono de un disquete como botón de “guardar”, que ha acabado convirtiéndose en una convención muy fuerte aunque ya nadie utilice disquetes).
El trabajo de los diseñadores gráficos no sólo es crear una interfaz atractiva sino que sea realmente fácil de usar con la mínima fricción. En otras palabras, se tiene que pensar en cómo las personas van a utilizar nuestras webs o aplicaciones y hacer el mejor esfuerzo para hacer su vida más fácil.
Después de años de diseños estrambóticos, el diseño de la interfaz de usuario es volver a lo básico, así lo están empresas de renombre como Google y Microsoft.
Iconos brillantes son reemplazadas por simples versiones de un solo color o botones basados en texto, con combinaciones sólidas simples.
Si bien es cierto que no todos los usuario son iguales, desde la perspectiva de la investigación del usuario, hay diferentes niveles de los usuarios en términos de experiencia.
El diseñador debe satisfacer por lo menos dos tipos de usuarios en función de su nivel de experiencia o la familiaridad con un objeto o tecnología en particular: principiante y experto.
Otra cuestión importante es la interactividad de la interfaz pues proporciona al usuario una sensación de control pues responde a sus acciones y le informa de lo que está haciendo bien o no, dándole la oportunidad de remediar sus errores con botones de deshacer o de restaurar la configuración inicial. Esto hace que la interfaz parezca viva.
Un estudio reveló que muchos usuarios no suelen cambiar las opciones predeterminadas de un producto o servicio por lo que es importante asegurarnos de que sean lo más útiles y prácticas.
La posición y los colores no son menos importantes. Debemos considerar los lugares donde situar los botones o enlaces hacia determinadas acciones.
El usuario desea ver los controles de interfaz cerca del objeto que quiere cambiar. El principio y el final del contenido son dos puntos clave para ubicar elementos que inviten a realizar acciones relevantes como comprar un producto o suscribirse a un servicio, por ejemplo.
Otro punto importante en el diseño es el color. Para las áreas de mayor tamaño de la web o aplicación se deben usar colores neutros, y colores llamativos de alto contraste para resaltar las acciones, aunque éstos deben ser usados considerando la familiaridad y convencionalidad: el rojo indica alerta o peligro, el amarillo o el naranja llaman la atención del usuario aunque con menos urgencia; el verde señala continuidad de una acción, y el azul refleja tranquilidad y estabilidad. No hay más que echarle un vistazo a la psicología del color.