Se cumplió el protocolo y ocurrió la Cumbre de América del Norte en el Estado de México.

 

A 20 años de la ratificación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) en 1994 se reunieron los presidentes de los países asociados (Stephen Harper, Barak Obama y Enrique Peña Nieto), en mucho estimulados por el gobierno de México por razones de querer ser reconocido en su propia fortaleza y los tres para para mostrarse unidos, aunque cada uno con su propia agenda e intereses.

 

La reunión no impactó mucho en los medios de comunicación de los dos países del norte. Lo anotaron como una reunión protocolaria sin resonancias profundas. The New York Times lo menciona de lado; Washington Post igual… y así; la prensa canadiense lo llevó en páginas interiores y en los noticiarios fue casi irrelevante.

 

En México, a partir de esa misma noche y luego el jueves, los medios dieron cuenta de una súper reunión y no pararon en expresiones admirativas para mostrar un gran entusiasmo, ya en sus comentarios electrónicos o impresos: de estos últimos se pueden desprender primeras planas que son joyas:

 

“¡Van por el súper bloque!”; “¡Aliados!”; “Obama y Harper respaldan reformas de Peña Nieto”; “Obama, nos ‘urgen’ las reformas”; “Reconoce Obama a EPN por reformas”; “Van por súper bloque”; “Norteamérica la región más competitiva”; “¡Superpotencia!”… Y así, el tono que recuerda, “como si no hubiera pasado el tiempo” la llegada del presidente Kennedy a México en junio de 1962.

 

Impecable el evento. Impecable el protocolo. Impecable la organización mexicana para recibir a tan altísimos personajes y garantizarles su seguridad en un país en donde la seguridad no es moco de pavo.

 

Al anuncio final se nos informa que acordaron facilitar requisitos aduaneros (una orden presidencial que ya había firmado desde su súper Air Force One de camino a México el presidente Obama) que se facilitará el tránsito de personas “confiables” para los dos países del norte -esto mientras miraban con gran firmeza a los ojos a los mexicanos-; intercambio académico para que más estudiantes mexicanos vayan a universidades de Estados Unidos y temas del cambio climático… Bien.

 

Pero los problemas de fondo, los que afectan a la economía mexicana por las desigualdades en el famoso TLC no se tocaron; “no estaban en agenda”. Tampoco estuvo “en agenda” lo del espionaje al candidato Peña Nieto en 2012 o lo del acuerdo migratorio que tiene que ver con miles de mexicanos en condiciones extremas y de abuso y de peligro de vida o muerte en territorio estadunidense. Y más que “no estaba en agenda”.

 

De hecho, a estas alturas de la vida, el bloque norteamericano no oculta que el TLC vive sus últimos días y, de hecho, a preguntas sobre el tema, México dijo que no es tema renegociar el TLC porque los tres países “prefieren aprovechar la construcción de un nuevo acuerdo [TPP] y dejar al TLCAN sólo como una base que abrió hace dos décadas el comercio en la región”, señaló Sergio Alcocer, subsecretario para América del Norte, el 16 de febrero.

 

Esa es la agenda. En particular del presidente Obama que vino a impulsar el nuevo Acuerdo: el de Asociación Transpacífico (TPP). Ese es su interés. Para ello se reunieron en privado. Quiere el apoyo del grupo para impulsarlo. Lo necesita por razones de sus compromisos en política económica doméstica. Es que “tanto México como Canadá son dos aliados cercanos y socios”, dijo al respecto Jay Carney, el portavoz de la Casa Blanca, el mismo 19 de febrero.

 

De tal forma, ya no es necesario renegociar el TLC, al que ya consideran obsoleto. Y va el TPP, un acuerdo multilateral de libre comercio con el fin de reducir las barreras arancelarias y no arancelarias para impulsar el comercio y la inversión.

 

Se formó en 2006 entre Chile, Brunei, Nueva Zelanda y Singapur. Ahora negocian su adhesión Australia, Malasia, Perú y Vietnam: Obama impulsa la incorporación del bloque Norteamérica, aunque algunos ven en éste un revire hacia el Pacífico y que se considera la punta de lanza para presionar a China… México mostró disposición.

 

Y, bueno, el tema fatal: el de la seguridad, que es, en otras palabras y visto desde Estados Unidos, un asunto de su propia seguridad nacional y por eso impulsan “toda su cooperación” porque así seremos “competitivos”, el término que predominó en la reunión.

 

Al presidente Peña Nieto le gusta que los presidentes del norte le digan que sus reformas estructurales son “de excelencia”, aunque el mismo Obama las matiza como reformas “prometedoras”.

 

Así que ya ocurrió “La Cumbre”. Un asunto de horas, aunque lo lamentable fue que “estamos todos aquí en viaje de negocios; por eso no puedo quedarme como quisiera, no he tenido tiempo de probar el chorizo”, concluyó Obama.