Nos conocimos en una sala de cine en Acapulco. Era el evento de clausura de un festival y, desde el inicio, Ella era una de las principales atracciones. Las luces se apagaron y ahí estaba frente a mi, radiante y ostentando lindos colores pastel. Todos los presentes tenían los ojos sobre Ella.
Desde los primeros minutos identifiqué en Ella muchos de los factores a los que me suelo sentir atraído: ideas, diálogos y placeres (sonoros y visuales). Después sus defectos se comenzaron a hacer evidentes y, poco a poco, irritantes. Verán, el problema con Ella es que sus defectos, en sí, no lo son, pero hay algo en su intencionalidad que se siente forzado. Ella quiere que pensemos que no pero, muy en el fondo, está pidiendo a gritos agradarnos. Para eso nos seduce (y lo hace muy bien) con sus maravillosos vestuarios y su inspirada forma de tratar nuestros oídos (su voz es la de un Arcade Fire en su mejor momento). Ella quiere que sintamos a su conveniencia y en ello se ocupa. Ella es manipuladora y chantajista.
Algo que Ella no sabe es que llegó tarde a varios años de racha. Yo ya conocía a otras iguales de tiempo atrás. Desde Garden State o Eternal Sunshine of the Spotless Mind, el cine coolsi (cool + cursi) pasó de un agradable apogeo al territorio del choteo; 500 Days of Summer, Science of Sleep, Little Miss Sunshine y Away we go son algunos ejemplos de este tipo de cine que, nos guste o no, ha arrojado un sinfín de creaciones (algunas acertadas y otras no tanto). Y no soy ningún amargado pero, conociendo a sus hermanas (Being John Malkovich, Adaptation y Where the Wild Things Are) yo esperaba mucho más de Ella. Siendo objetivos, como Ella hay muchas.
Teniendo un historial tan nerd-ish como el propio, debo admitir que se siente como un halago que Ella, como otras en su especie, vuelque su atención hacia gente como nosotros (los losers, los outsiders y los quirky) ¿pero hasta dónde es honesto y hasta dónde es el negocio de Ella? Porque si algo es cierto es que el hombre detrás de Ella, se sabe, no es lo más convencional que existe aunque, parece ser que ya sea el dinero, el éxito o la edad lo han suavizado y han deslavado (como el aspecto de Ella) arrebatando un poco de la audacia y profundidad humano-temática de sus inquietudes pasadas. Su discurso y su postura tan coolsi (insisto) hacia la vida (y sí, temas profundos en torno a ella), en comparación con el resto de su trabajo, aquí se sienten tan artificiales como los sentimientos de Ella.
Ella, por cierto, se llama Samantha. Samantha es cariñosa, es simpática y es inteligente. Hace no mucho tiempo que Samantha (Scarlett Johansson) sale con Theodore (Joaquin Phoenix). Él trabaja escribiendo cartas personalizadas de y para otras personas (cartas de cumpleaños, cartas de trabajo, postales, etc…). Ella, Samantha, es un sistema operativo. Las implicaciones de esta relación hombre-máquina son el pretexto para que Ella se muestre interesada en temas importantes y vigentes como las relaciones humanas en la era de la tecnología y otros temas como la soledad y las necesidades afectivas.
Y es justo aquí donde debo hacer una pausa y aclarar que sí, Ella es genial… sólo no era para mí.
Uno de los problemas con ella es su insistencia en señalar lo reprobable de la enajenación y la deshumanización provocadas por ciertos avances tecnológicos, así como mostrarse tan crítica ante la artificialidad de los resultados de dicho proceso. Resulta incongruente porque, siendo una detractora de los artificios, Ella y todo su diseño audiovisual se perciben descaradamente planeados; la música indie-bajoneadora, la fotografía en colores pastel y tonos rosa-violáceos o el vestuario geeky-fashion son muchos de los elementos que se sienten maquiavélicamente persuasivos y by the book. Si a eso le sumamos los obvios simbolismos y las choteadas alegorías (edificios altos que alejan los pies de la tierra o la interacción humana indirecta vía algún gadget) tenemos enfrente un trabajo que, como un cupcake, es rico y cute looking pero nunca es un pastel.